Opinión

Liberalizar y externalizar

Imaginémonos que el Estado español optara por substraernos más dinero vía impuestos para controlar la distribución alimentaria y decidiese por nosotros qué, cuánto, cuándo y dónde comemos y damos de comer a nuestros hijos, tal como sucede en los regímenes comunistas. ¿Estarían conformes con esta política? ¿Por qué no socializar una necesidad tan primordial y básica para el ser humano?

Muy al contrario de esa presunción, la alimentación es un sector que se encuentra totalmente liberalizado en las economías capitalistas. Los individuos son libres de decidir cómo van a alimentarse y dónde adquirir lo que consumen. Y no pasa absolutamente nada. Puede afirmarse que, a pesar de que los precios y la distribución estén gestionados por agentes privados, nadie se muere de hambre en las sociedades desarrolladas. 

La tesis, por tanto, es que la liberalización, es decir, devolver el dinero al ciudadano para que éste decida cómo y en dónde gastarlo, no tiene por qué ser necesariamente malo. Al contrario, proporciona la libertad a elegir, que obliga a los proveedores a competir para ofrecer lo mejor. Unos optarán por la excelencia, y otros por la cercanía, el precio, el servicio o la imagen. Habrá quien renuncie a competir pero habrá otros que deseen hacerlo y puedan intentarlo libre y espontáneamente. En este contexto, sin duda, gana el consumidor, que tendrá libertad para elegir entre una gran variedad de oferta y precios. Pero hay quien piensa lo contrario, que sea en el Estado en donde recaiga la propiedad de cuantos más recursos posibles y que sea éste quien decida por usted hasta cuándo y cuánto ha de recibir por su pensión o dónde y cómo educar a sus hijos. Achacan al liberalismo ser la amenaza a todo sistema social avanzado. Pero sobre todo, confunden liberalizar con externalizar. 

No hay liberalización cuando se externaliza, sin más, un servicio público. La externalización es una privatización adulterada que no proviene de una previa libre concurrencia de competidores privados pugnando por ofrecer un mejor producto. Simplemente, el monopolio pasa de manos públicas a privadas; estará a veces mejor gestionado pero, siempre, será susceptible de haber sido concedido con intereses espurios.

La privatización surgida de mercados abiertos nos permite poder elegir y eso nos hace ser más libres.

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