Opinión

Aves divagantes

Hace años fui durante un tiempo “birdwatcher” aficionado, observador de aves, una afición inglesa como la de observar trenes. No sé por qué tuve esas aficiones tan raras.

Llevaba siempre en el coche prismáticos y guías de campo de aves. Si veía un pájaro que me llamaba la atención me tiraba a la cuneta, sacaba los prismáticos e intentaba observarlo. 

 Los que nunca han hecho eso no pueden imaginar la increíble emoción que experimenta un “birdwatcher” cuando identifica a un ave, aunque solo sea brevemente. En Galicia, por la vegetación y la orografía, suele ser brevemente.

También iba a estaciones de observación de pájaros, unas casetas de madera donde estás oculto y tranquilo, tienes visibilidad y estás cerca de áreas de nidificción de aves, así que si estás calladito con tus prismáticos y tus teles puedes observarlas y fotografiarlas.

Un día le conté a un querido amigo de Ourense que, según los ornitólogos, yo no lo soy, las aves se clasifican dependiendo en donde las encuentres en cinco categorías: residentes, visitantes estivales, visitantes invernales, de paso y divagantes. 

Le hizo gracia porque parecen denominaciones que se podrian aplicar a estudiantes universitarios. Casi son cómicas.

Por supuesto, según el país o la región, dichas denominaciones se aplican a distintas aves, no son clasificaciones biológicas sino solo técnicas, referidas a la observación. Centrémonos por ejemplo en Galicia. 

Residentes. Las que viven aquí todo el año como nosotros (gaviotas, cuervos, urracas, mirlos, gorriones). 

Visitantes estivales. Las que vienen en verano, milanos, halcones, cigüeñas, flamencos... generalmente vienen de África porque allí hace demasiado calor. Vamos, como turistas que alquilan un apartamentito aquí al fresco, en Doñana o por ahí. 

Visitantes invernales. Las que vienen del norte a pasar el invierno porque allí hace demasiado frío esos meses. O sea como estudiantes del Erasmus (gansos, cisnes, barnaclas). 

De paso. Como indica su nombre solo están de paso. Como los marroquís que atraviesan España en coche todos los años desde Francia porque van a visitar a sus familias en Marruecos (el charrán es perfecto para ilustrar esto ya que en su migración anual baja desde el círculo polar ártico hasta el círculo polar antártico para criar, y después regresa a su casa donde vive habitualmente).

Divagantes. Esta fue la clasificación que más intrigó a mi amigo, supongo que por misteriosa. Me preguntó:

–¿Divagante? ¿Qué es eso?

– Divagante Carlos –le contesté–, es un ave que no tenía que estar aquí y te das cuenta en cuanto la ves. Quizá se perdió o no encontró el camino. Quizá alguien la atrapó y la soltó en este sitio que no es el suyo. O sea que si nos encontramos un águila calva americana en Bueu que nadie sabe cómo consiguió cruzar el Atlántico hasta allí, pues eso es una “divagante”. 

Creo que le complació la explicación.

Y creo también que en este mundo todos somos “aves divagantes”, como aquel absurdo y hortera Juan Salvador Gaviota que no sabía a dónde iba. 

En fin.

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