Opinión

Cachorritos

Arturo Pérez Reverte, fiel a su costumbre anual, escribió un artículo hace días (lo hace todos los años en estas fechas) sobre el asunto de regalar un cachorrito a un niño por Navidad. 

Como es habitual en él, que para eso es académico de la lengua, utiliza el lenguaje del diccionario de la RAE con toda naturalidad, y en dicho artículo no duda en llamar a esos "regaladores de perritos" hijos de puta, cabrones, malnacidos, etc. Los términos adecuados. Porque se trata muchas veces de perritos que unas semanas o meses después acabarán abandonados en una carretera, sin piedad (hay unas cuantas películas malas que se titulan así).

Yo tuve varios perros de niño y actualmente tengo uno, Atticus, un chihuahua muy simpático que cumplirá cuatro años el mes que viene. 

Pensar que un perro es un juguete es una indignidad, como pensar que una persona es un juguete. No digo que los perros sean como personas, Reverte tampoco dice eso, pero pienso como él que a menudo son mejores que muchas personas. ¿Le regalaría usted a alguien una persona metida en una caja con un lacito rojo? ¿Qué persona? ¿Y a quién se la regalaría? ¿Quién es usted? ¿Un esclavista del siglo XIX?

Los perros no son tamagotchis. Se vinieron a vivir con los humanos hace quince mil años, mucho antes de que hubiera tamagotchis. Se sentaron a nuestro lado mientras los estúpidos neandertales que éramos nos contábamos cuentos junto al fuego, y se quedaron a vivir con nosotros. 

Los perros nos salvan de incendios, nos rescatan entre las ruinas de un terremoto, si nos va a dar un infarto nos llevan al médico antes, nos buscan y nos encuentran si estamos perdidos en la montaña, nos guían si somos ciegos o estamos a oscuras. O simplemente nos acompañan y nos dan besitos y lametones que no entendemos, pero que son una maravilla. Y siempre nos quieren. Siempre. 

¿Que a usted no le gustan los perros? Bien, lo entiendo, pues entonces... cómprese un pez. Y no tengo nada contra los peces, he tenido varios.

Cuando mi Atticus era un cachorro diminuto, cada vez que yo entraba en casa venía corriendo como un loco encendido lleno de ladridos, saltos, lametones, etc., intentando inútilmente subirse por mis piernas. Por supuesto era demasiado pequeño para poder hacerlo. Ahora entro en casa y el tipo está tumbado en su camita en medio del salón, levanta la cabeza y me mira distraído como diciendo "¡Ah!, ¿Ya estás aquí?, vale." Y se vuelve a domir. Duerme todo el día el muy maldito. Pero ¿saben? que no venga a recibirme a la puerta es tan bonito como lo de antes, porque confirma aun con más exactitud que vivimos juntos. 

No regalen perritos si no los van a cuidar. Sean decentes. Los perros lo son. 

Si usted ha regalado un perrito estas navidades confío en que no sea usted mismo otro animal distinto: un macho artiodáctilo de los Caprinae.

Te puede interesar