Opinión

Cocos, copias y coincidencias

La pregunta aquí, en este país llamado España, empieza a ser ¿quién no ha copiado en su tesis de doctorado? O en lo que sea, tesis o no. Que levante la mano, por favor. 

El asunto ya suena casi a bíblico. Como aquello que supuestamente le dijo Yahvé a Lot una vez: "Eh, tío, encuentráme a alguien honrado en la ciudad si puedes, please". Y aunque Lot lo intentó fue incapaz de hacerlo. Además hemos de suponer, digo yo, que entre la lista de investigados por Lot también estaría el propio Lot. ¿O no? Bueno. No sé. Todos copiamos en el bachillerato. ¿Quién no copia?

Pero las consecuencias de aquello, me refiero a lo de Lot, ya las sabemos todos. Fue que al final su mujer que no tenía la culpa de nada acabó convertida en estatua de sal, la pobre. Hay que fastidiarse, las chicas siempre pagan el pato.

Hace años hubo una exposición estupenda en Madrid en los sótanos de Nuevos Ministerios que se titulaba "Cocos, Copias y Coin-
cidencias". Aún conservo el catálogo. La exposición trataba sobre copias, plagios, falsificaciones, robos de diseño, industriales, etc. y era, aparte de entretenidísima, muy instructiva. Según explicaba la muestra el 7% del comercio internacional se hace con productos copiados. 

¿Sabían ustedes que uno de los productos más pirateados del mundo es el champán francés? ¡Sorpresa! El Moet o Viuda Cliquot que se bebe en las discotecas de Rusia cuando un mafioso invita a todo el mundo es falso. ¿Sabían que hay gente que copia Porsches o Lamborghinis, los fabrica y los vende como si fueran auténticos? Y es que, alucina, parecen auténticos, nadie notaría la diferencia con el original. Entonces se preguntarán como me pregunté yo ¿quién demonios los compra? Pues los compran dictadores y millonarios ignorantes del tercer mundo, a los que engañan. A fin de cuentas ellos nunca van a poder poner el Porsche Panamera a doscientos por hora en ningún sitio, porque ni siquiera tienen carreteras en las que puedan hacerlo. 

Se falsifican hasta Caterpillars, esas grúas gigantes de color amarillo, y con el mismo procedimiento que dije antes se venden a responsables de instituciones de gobiernos a los que previamente han untado bien. Es un chollo. Un supernegocio. Aquí lo llamamos corrupción, pero es lo mismo.

Cuando pensamos en falsificaciones, por lo general a los de a pie se nos vienen a la cabeza polos de Lacoste con el cocodrilito en un bordado mal hecho, y bolsos de Gucci o Dolce & Gabbana. Pero no. Las grandes falsificaciones del mundo, caterpillars y porsches aparte, son los medicamentos. Los medicamentos falsos que se colocan, "oootra" vez en el tercer mundo. Los pobres siempre pagan el pato como le pasó a la mujer de Lot. Medicamentos para tratar toda clase de enfermedades como el VIH y otras. Medicamentos que en realidad no son lo que dicen ser.

¡Menudos desgraciados los que copian y engañan! Tendrían que estar todos en la cárcel.

Te puede interesar