Opinión

Confesiones inconsefables

Anteayer me llamó el emir de Catar. No debiera hacer público esto en un periódico de ámbito nacional ya que fue una llamada privada a través de un chat de wasap que tenemos unos cuantos zorrillos del planeta, un pequeño club muy selecto. Y ese chat es más secreto que las grabaciones de Villarejo que ya de por sí son secretas de caray. Pero en fin, yo qué sé, de perdidos al río. “From lost to the river” como dijo alguien una vez.

El caso es que me llamó. El emir es un viejo amigo con el que compartí fiestas, juergas e incluso orgías en mi juventud en Londres, París, New York, Milán y otros sitios, aunque eso no importe ya a estas alturas y no venga a cuento. Nos vamos haciendo mayores. 

La llamada fue para decirme que me había ingresado en mi cuenta corriente de Abanca unos cuantos miles de millones de dólares. Quizá en pago a algunos servicios difíciles de explicar que le presté en el pasado, ya no sé cuáles y si he de ser sincero no quiero ni recordarlos.

Pero el emir es un tipo fiable, se lo digo yo a ustedes aquí off the record, ya que lo conozco en persona y es buen amigo. Así que ayer cuando salí a pasear a mi perro Atticus por el barrio, de paso fui al cajero y efectivamente comprobé que mi cuenta había engordado unos cuantos ceros, como si la hubieran estado alimentando en los últimos días con triples Big Macs y repollos gigantes, hasta el punto de que ahora parece un personaje de esos programas de la tele del tipo “Mi vida con trescientos kilos”.

Una vez visto que la lista de cifras en el saldo de mi cuenta no entraba en el papelito impreso del cajero de lo larga que era, volví a casa. Le puse unas albondiguillas de pollo a Atticus en el comedero, le cambié el agua del bebedero, le di un stick de esos para los dientes con lo que se entretuvo un rato en la alfombra del salón masticándolo y así me dejó en paz, y yo pude dedicarme a lo mío.

Y lo mío fue renunciar a mis ideas. Solo me llevó un momento. Fue bastante fácil. ¿Derechos civiles? ¡Que les den! ¿Feminismo? ¡Que le den! ¿Leyes LGTBI? ¡Que les den! ¿Ayuda a las minorías o a los desfavorecidos? ¡Que les den! ¿Cuidado de los mayores, sanidad pública y universal o zarandajas parecidas? ¡Que les den! ¿Inmigrantes? ¡Que les den! ¿Educación gratuita? ¡Que le den! Y así todo.

Ya digo que fue fácil. No me costó mucho. Después me hice la comida: una tosta con foie de primero, y de segundo verduras salteadas, huevo frito con jamón y morcilla de Burgos, y me eché en el sofá a dormir una siesta tranquilamente mientras por la tele ponían “Saber y Ganar”. Dormí como un santo.

¡Qué bueno es Jordi Hurtado, caray!

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