Opinión

Decíamos ayer

Estábamos con el gallego y el catalán, con Cunqueiro y Pla ¿recuerdan? Y es que Galicia y Cataluña, al menos escribiendo, son muy parecidas. Salvo en una cosa, en lo que diferencia a los pobres de los ricos: en el dinero. 

Perdón que me voy por las ramas, “m’estic despistant”. El tema era el problema lingüístico. Pues vale, la parte del problema catalán es esta: la mayoría de los catalanes al contrario que los gallegos no son bilingües. No lo son y punto. No saben otras lenguas y no les interesan. De hecho ya les da mucho trabajo aprender la suya que es una lengua cultísima, de payés ilustrado.

Además el catalán, una lengua hablada por una minoría, está en franca regresión –no la habla nadie más que ellos–, por lo que conviene protegerla y fomentarla. Y esto lo digo en serio, de verdad a pesar de la ironía. Todas las medidas que contribuyan a promocionar su uso deben entenderse como lo que son, un bálsamo necesario para un moribundo. ¿Acaso no queremos que vuelva Ramón Llul a la vida? Claro que sí. Salut! Por cierto que Ramón Llul curiosamente... era mallorquín.

La cuarta parte del problema es el euskera, euskara, vascuence, vascongado o vizcaíno que eso va en gustos. El euskera es una parte del problema pequeña porque solo lo hablan unas quinientas mil personas, pero grande porque meten mucho ruido. Los vascohablantes son como los de Calanda, son pocos pero montan un estruendo increíble. Además el euskera tiene una peculiaridad excepcional aparte de su ruda belleza: es único en el mundo. Es como una hermosa joya diminuta y perdida que se halló un día en una excavación. Una llena de misterio, pero una perfecta en cualquier caso que fue repujada una vez por la mano de un artesano genial del que nada sabemos ya. El euskera es una especie de Machu Picchu, Tikal, Cuzco, Paraguá, ciudades grandiosas que fueron engullidas por la selva hasta que alguien las descubrió otra vez.

Maravillas sepultadas por el tiempo que como los hombres se habían ido fueron tomadas por la verdura que se apoderó de todo. Y pues, el euskera en realidad no es una lengua sino un náufrago de una estirpe de dioses. Uno que se ahoga. ¿Alguien cree que no hay que echarle una mano? Si usted se encontrara con un verdadero dios, ¿acaso no lo besaría y se rendiría a sus pies? Euskera, lo hablaban los dioses, intentemos hablarlo nosotros. 

Por último las partes pequeñas: valenciano y mallorquín para las que es aplicable cuanto se ha dicho del catalán. Y la más importante el bable o asturiano. Esta parte del problema es simple, minúscula pero contundente y definitiva. ¿O no ha cantado usted alguna vez llevado por la verdad del vino “Asturias patria querida”?, abrazado a alguien y sintiéndolo en el corazón. ¿Qué más quiere? ¿Es que se le acabó la decencia ayer? ¿Se quedó sin alma o qué?

Te puede interesar