Opinión

¿Dónde está la poesía?

Tengo algunos amigos cercanos que son estupendos poetas, como Juan Seoane, Ángel Cerviño y otros. Y también algunos más que aunque no los conozca en persona me gusta lo que escriben, como Luis Valle por ejemplo. Sin embargo no soy un buen lector de poesía aunque de chaval lo fui y leí mucha. Pero dejé de serlo. Perdí el gusto por la poesía. No el gusto, perdón, perdí ese “click” mental que hace que te sumerjas en un poema y disfrutes con su lectura fascinado como si estuvieras en el cielo. 

Me pasó algo parecido con el cómic hace años. Tengo una buena colección de cómics que incluyen todo Astérix, todo Tintín e incluso los primeros cien números de El Capitán Trueno y muchos más como Maus, Anarcoma y otros de toda índole, pero ya no puedo leerlos. Si empiezo uno, a la tercera viñeta sé que estoy fuera de la historia. No consigo meterme ahí y tengo que dejarlo. ¡Tchk, mala suerte!

En el año 2001 durante un viaje a Lisboa que era aquel año Capital Europea de la Cultura, compré un libro maravilloso editado con ese motivo, el de la capitalidad cultural, que conservo con fervor y he recomendado cientos de veces, sin mucho éxito porque no es fácil de encontrar. Se titula “Rosa do Mundo, 2001 poemas para o futuro”. 

El libro, que tiene unas dos mil páginas en la edición que tengo yo, reúne dos mil y un poemas de todas las culturas y en todos los idiomas, una maravillosa muestra de la diversidad y la riqueza de la poesía y las lenguas de los hombres desde el principio de los tiempos hasta hoy, desde el Gilgamesh hasta Espronceda o Nuno Guimarães. Una maravilla.

El otro día vi un documental por la tele, el típico de naturaleza de La 2, en este caso sobre la riqueza natural de los arrecifes de la isla Célebes de Indonesia, una de las Molucas. Y en un momento me encontré oyendo esto que me puse a anotar rápidamente con un lápiz porque ni yo mismo podía creer ni entender la belleza de lo que escuchaba mientras me mostraban aquellas preciosas imágenes submarinas. Juzguen ustedes.

“Damiselas, generales, sargentos, peces cirujano, gofios fantasmas, caballitos de mar, peces hoja, peces cebra, fusileros de cola amarilla, caballitos pigmeo, dragones chinos, ceratosomas, gambas peludas, peces lobo, peces lija, peces diamante, pepinos de mar, almejas eléctricas, cangrejos orangután, peces ballesta...”

Me rendí, me cansé y dejé de anotar y copiar. Era demasiado y para colmo aquella maldita y bellísima enumeración no se acababa. Me di cuenta de que estaba transcribiendo un poema fabuloso, uno escrito por el anónimo guionista pero increíble poeta de un simple documental de la tele.

Quizá la poesía hoy está ahí. No lo sé. Quizá está delante de nuestros ojos todo el tiempo pero no sabemos verla. Como aquel elefante que veía el Principito, aunque el resto del mundo solo viera un sombrero.

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