Opinión

El "Balmoral"


Escribo esto desde el asombro como el madrileño que no soy, pero es que toda mi vida me han considerado así muchas personas, madrileño. Claro que yo siempre entendí que eso tenía su justificación ya que viví muchos años en Madrid en varias ocasiones, primero de estudiante, después de joven y adulto, y años más tarde de visita a menudo y además, para acabar de arreglarlo... es que adoro Madrid.

Pero no soy madrileño sino ourensano, o ahora desde hace muchos años más probablemente solo soy vigués y eso es todo.

Digo que escribo esto desde el asombro porque la Comunidad de Madrid ha decretado tres días de luto oficial por la muerte de la reina de Inglaterra. ¡Vaya! Espero que cuando muera yo me dediquen al menos una semana a media asta. No pido mucho.

Ok, no seré malo. Como se sabe en todo el mundo, y saben todos los súbditos de la Commonwealth desde Canadá hasta Australia, la reina de Inglaterra, Isabel II, tenía un especial cariño por Madrid, una ciudad que visitaba a menudo a escondidas escapándose los veranos de Balmoral sin que nadie la viera, como hizo siempre nuestra reina doña Sofía largándose a Grecia o a Londres a la mínima.

 A mis veintitantos con mis amigos de Madrid fui un asiduo del “Balmoral”, un famoso pub inglés que estaba en la calle Hermosilla, en Serrano. Un pub oscuro con muebles de madera y cuero, cabezas disecadas de ciervos y jabalíes en las paredes, y un trato de camareros con pajarita que a los jóvenes de entonces nos resultaba fascinante. Uno de esos raros sitios en los que si cogías una cogorza de campeonato y te ibas del bar derribando mesas, un camarero te acompañaba hasta el taxi apartándolas y diciéndote: “Perdone, señor, pero esta mesa no tenía que estar aquí”.

El “Balmoral” era fascinante. Por la tarde era un nido de ultraderechistas conspiranoicos del ABC cuya sede estaba muy cerca y por eso iban ahí, no había muchos pubs en Serrano entonces. Pero por la noche, a partir de las doce se transformaba. El trato y los camareros seguían siendo de esmoquin y educadísimos, pero el público era otro: moteros de Harley Davidson con cazadoras de cuero y tachuelas, que aparcaban sus motos en fila en la puerta. Todo un espectáculo.

Ahí vi más de una vez al fabuloso fotógrafo Alberto García Álix, tengo una foto suya en mi salón, y motero de Harley, aunque nunca hablé con él.

Aquella capacidad de transformación del “Balmoral” que pasaba elegantemente de nido de fachas a entretenimiento de jóvenes modernos siempre me encantó.

Tal vez Isabel II, la difunta reina de Inglaterra, fue un poco como aquellos camareros del Balmoral, que sabían estar en dos ambientes distintos y salir airosos de ambos.

Pero los tres días de luto de la Comunidad de Madrid no tienen explicación. Como no haya sido idea de uno de aquellos jabalíes disecados, no sé qué pensar.

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