Opinión

El retorno del rey


Nunca me he sentido especialmente republicano, aunque tengo muchos amigos y amigas que lo son de verdad y por convicción. Y los admiro y respeto por eso. Un presidente de una república que ha sido elegido por el pueblo frente a un cargo similar ocupado de forma hereditaria porque sí, me parece más razonable y aceptable que la monarquía.

Pero dicho esto confieso que me gusta la figura de un rey. Supongo que es algo puramente literario y casi poético o simbólico, una especie de nostalgia romántica sin sentido. 

Menos aun en el caso de España donde hemos tenido cientos de reyes felones y solo tres o cuatro medianamente respetables, como podrían ser cada uno en su contexto Carlos V, Felipe II, y ya tendríamos que dar un salto histórico enorme hasta Carlos III por ejemplo. Casi todos los demás fueron para tirarlos a la basura. Y de hecho los tiramos, o mejor dicho se tiraron ellos mismos a la basura.

“El Retorno del Rey” es el tercer tomo de “El Señor de los Anillos” de Tolkien. Quizá me gustan los reyes por Aragorn de Gondor, porque el escritor sudafricano dotó al heredero de Isildur de una nobleza, valentía, majestad y amor por su pueblo que es irreal. Y me gustaría un rey si fuera así. Le rendiría pleitesía y lo seguiría ciegamente en La Puerta Negra espada en alto aunque yo supiera que con toda seguridad moriría y mi nombre ni siquiera iba a perdurar en una canción. 

Pero “El Señor de los Anillos” es una novela de fantasía. La realidad es muy distinta, no es un cuento de hadas. Una vez alguien le preguntó a Chesterton si creía que las hadas existían, y el genial escritor inglés contestó muy sabiamente algo parecido a esto: “Por supuesto que existen. Tengo una biblioteca en mi casa con libros llenos de ellas. Venga a verlos”. Claro que Chesterton... era un bromista consumado.

A propósito del retorno del rey, en este caso de nuestro exrey a Sanxenxo desde la lejana Abu Dabi, me he acordado de los versos de una conocida canción de Silvio Rodríguez que me han hecho pensar sobre eso. La canción es “Playa Girón”, y los versos son estos: “Si alguien roba comida y después da la vida ¿qué hacer?/ ¿Hasta dónde debemos practicar las verdades?/ Hasta dónde sabemos./ Que escriban pues la historia, su historia, los hombres del Playa Girón”.

Pues este rey lo hizo todo al revés. Y lo digo porque el típico argumento de sus acólitos sobre su papel en la Transición y el 23-F, que nadie le niega pero les sirve para justificarlo y perdonarle otras cosas, no es válido. 

Puede que antes diera la vida, podríamos aceptarlo así, pero después robó comida y eso no está bien. Eso es imperdonable. Y él ya no puede escribir su historia. No es un hombre rojo o azul del Playa Girón.

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