Opinión

Escribir correctamente

Como seguro les ocurrirá a muchos de ustedes (creo que sobre todo a gente de mi generación) yo no recuerdo ni una sola norma de escritura, ortografía o sintaxis de tantas que me obligaron a aprender de niño. Que si con hache o sin hache, que si con be o con uve, que si con acento o sin acento.

Esto siempre me ha dado en qué pensar. Yo particularmente tengo una memoria literaria, cinematográfica y visual bastante notable, incluso diría que un poco prodigiosa, pero nula en ese terreno, en el de saber si una palabra es aguda, llana o esdrújula, o si lleva acento gráfico o no. Para eso tengo que pensar un poco.

Sin embargo no cometo faltas de ortografía. Bueno, esta es una afirmación pretenciosa, todos cometemos faltas de ortografía, nadie está libre de eso, ni siquiera Menéndez Pidal.

Pero creo que eso se debe a tres cosas.

La primera, aquella obligatoriedad de aprenderse las normas y haber sido sometido al mismo tiempo a cientos de dictados, pruebas, redacciones..., estimulado por una sana competencia con mis compañeros de pupitre y convenientemente vigilado, revisado y corregido por buenos maestros.

La segunda es la afición a la lectura, sin eso no hay nada. Hace años retomé por pura nostalgia uno de aquellos libros de Enyd Blyton que devoraba de crío por docenas, y no pude leerlo. Estaba tan mal escrito en una nefasta traducción que cada línea contenía seis o siete errores de bulto. Pero a nosotros entonces no nos importaba, solo nos importaba la historia. Y tampoco nos afectaban aquellos defectos, no los veíamos, creo que eran como simples obstáculos del paisaje que es necesario superar en una conquista, como una loma o un riachuelo por los que se pasa por encima o vadeándolos sin darles importancia.

La tercera, la escritura. Y no me refiero a una escritura profesional que es mi caso actualmente, sino simplemente a la escritura, la escritura de cualquier cosa. Mi abuela materna no tenía estudios, pero escribía cartas a sus parientes de América constantemente.

Hoy en día se escribe más que nunca. Ahí están wasap y tantas aplicaciones del móvil o del ordenador. La diferencia es que mi abuela escribía con la intención y el esfuerzo de que aquello estuviera bien escrito (además lo hacía con pluma de ave, tintero y secante), y hoy se escribe con la fluidez y la inconsciente alegría de que ya se encargará el lector de rellenar los huecos y corregir los errores.

Hay una frase preciosa de un señor que no es santo de mi devoción, pero siempre me pareció tan buena que nunca la he olvidado. Es una frase de José Luis de Vilallonga en sus memorias durante una entrevista a la que se presentó de joven pidiendo trabajo en la revista Paris-Match. Al final de la entrevista el director de Paris-Match le preguntó: “¿Usted qué pretende al escribir?” Y él contestó: “Que se me entienda a la primera lectura”.

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