Opinión

La España que madruga

El supuesto patriota, o supuesto jinete, o claro escaqueador de la mili, o vago que no pisa el Congreso, o cobrador de sueldos políticos desde que era niño que capitanea las cuadrillas de piratas de Vox, Santiago Abascal, el pasado 1 de mayo, día de los trabajadores, convocó una manifestación ¿masiva? en Cádiz al grito de “La España que madruga está con Vox”.

El eslogan era bueno pero la llamada fue mejor y tuvo un éxito de repercusión casi mundial ya que este hombre preclaro, famoso por sus pectorales y su bien recortada barba de conquistador español de las Indias (al menos tal como nos muestran las malas películas a esos conquistadores), consiguió reunir en esa manifestación a más o menos tirando por lo alto unos seiscientos asistentes, entre los cuales estaban él y sus cinco amigos de siempre, los del cole.

O sea más o menos como el número de invitados a una boda normal de las que suelen hacer ellos si descontamos a los padrinos, al cura y al monaguillo.

Se ve que España no madruga tanto como él desearía. O bien tal vez sea que España madruga más que él, un hombre cuyo mérito más reconocido es aparecer por el Congreso solo de vez en cuando y llegar tarde e irse pronto, así que sus horarios nunca coinciden con los del resto de los españoles. ¡Tchk, mala suerte!

Para colmo y seguramente para su disgusto la mani acababa en la plaza de Sevilla, en la que el Ayuntamiento de Cádiz había izado previamente una gran bandera arco iris. Un símbolo que a Macarena Olona, Ortega Smith, Espinosa de los Monteros, Rocío Monasterio y Agustín Rosety (los cinco amiguetes de Santi a los que me referí antes) no les molesta en absoluto porque ellos, como suelen precisar tan a menudo, no son homófobos ni anti leyes LGTBI salvo por el pequeño detalle de que querrían derogarlas todas.

Como a esas alturas del acto, de los seiscientos participantes, doscientos ya se habían ido a por unos finos y unos pescaítos fritos o unas tortillitas de camarones, la convocatoria fue un éxito total. Los cuatrocientos restantes que quedaron lo celebraron con júbilo antes de irse a comer ellos también a muchos de los estupendos restaurantes de la ciudad gaditana, que en realidad era lo que llevaban esperando toda la mañana y para lo que habían ido allí.

Ya que el eslogan era “La España que madruga” tenían tres canciones preciosas para elegir y cerrar el acto con un bonito broche final. La de Víctor Manuel y Ana Belén “España, camisa blanca de mi esperanza, reseca historia que nos abraza”; la de Mocedades “Es la otra España, la que huele a caña, tabaco y brea”; o la de Cecilia “Mi querida España, esta España fría, esta España muerta, de tu santa siesta ahora te despiertan versos de poetas”.

Pero los de Santi no eligieron ninguna de esas porque... madrugan poco. Estaban durmiendo.

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