Opinión

Frases simplonas

El otro día charlando con un amigo sobre otros temas que no vienen a cuento aquí, descubrí que a mi edad y tras tantas lecturas y trabajos durante años, al final soy un simplón. Un simplón.

¿De qué me ha servido leer tantos libros y tener casi tres mil almacenados detrás de mi en mi biblioteca y que para colmo me han costado una fortuna, aunque solo fuera por tener que arrastrarlos por toda España en siete mudanzas? ¿De qué me ha servido tanto conocimiento?, y perdón por lo de “tanto conocimiento” que no quiero darme bombo y además... no es para tanto.

Es más, ¿de qué me ha servido escribir unos cuantos libros yo mismo y que aun siga perdiendo el tiempo en eso?

Pues pensándolo bien ahora, de nada. No me ha servido de nada. O no de mucho.

Al final me doy cuenta de que todo eso me ha llevado a guiarme siempre cuando pienso sobre algo y tengo que reflexionar y obtener una conclusión, por tres o cuatro frases simplonas. Las más simplonas que se puedan imaginar ustedes. Vean.

Una, la más famosa es esta: “Amaos los unos a los otros”. Creo que la dijo un tal Jesús, no lo sé con certeza porque no soy creyente, gracias a Dios. Es más, estoy casi seguro de que precisamente esa es una frase inventada. Pero sigamos.

Otra aparece en una de mis novelas y películas favoritas “Matar a un Ruiseñor” de Harper Lee. Es una escena en la que Atticus (en el caso de la película el fabuloso e inolvidable Gregory Peck) se sienta en los escalones del porche de casa con su hija pequeña, le echa una mano por el hombro, la arrima hacia sí y le dice: “Scout, nunca entenderás a una persona hasta que te pongas sus zapatos y camines con ellos”.

Otra frase simplona. Ya ven. Me guío por frases simplonas.

O aquella de Gandalf en “El Señor de los Anillos” que le dice a Frodo refiriéndose a Gollum: “No te apresures a juzgar a alguien tan rápido, porque largo y difícil es el camino y nadie sabe su final.”

Y otra, la última que diré, es la del zorro en “El Principito” de Antoine de Saint-Exúpery: “Lo esencial es invisible a los ojos”.

Tengo más pero no se las voy a contar a ustedes aquí por no dar la lata. Cada uno tiene las suyas, ¿no? Seguro que ustedes también.

Yo actualmente solo tengo media docena, pero esas me llegan y me sobran no digo ya para entender las cosas, no soy tan tonto ni tan ingenuo, pero sí para tener una opinión sobre las cosas. Una propia, personal.

Así que después de todo soy un simplón supongo, como aquel y perdonen ustedes el engreimiento, Pablo Picasso, que tras años de trabajo, esfuerzos, documentación, dominio de la técnica, éxito profesional y creatividad sin límites acabó dibujando y pintando como un niño. ¿O no decían eso de él?

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