Opinión

Inmigrantes

Hace días vi un documental de “Salvados” sobre inmigración. Se centraba especialmente en la inmigración a Canarias desde Uganda y Mali.

A menudo viendo “docus” o “pelis” me dedico a fijarme solo en el fondo de la imagen. No en la persona entrevistada o el entrevistador del primer plano, ni en los protagonistas que ocupan la pantalla en una película, sino en las gentes y paisajes que aparecen al fondo generalmente en pequeño o desenfocadas. Supongo que es una manía que adquirí en mis años de director creativo y fotógrafo o simplemente como cinéfilo: atender a todos los detalles incluso a los aparentemente imperceptibles que están casi fuera de plano. Es un ejercicio muy instructivo que les recomiendo a ustedes si no lo han hecho nunca.

En ese estupendo documental me dediqué solo a hacer eso, fijarme en lo que había detrás. El docu era del brillante Gonzo al que ya dediqué algún artículo otra vez. Pero en este caso yo no veía a Gonzo ni a las personas que entrevistaba, sino solo lo que sucedía tras ellos. A veces Gonzo y su entrevistado caminaban charlando por una callejuela en Uganda y a sus espaldas jugaban unos niños desnudos con un mal balón, o un tipo arrastraba un carromato cargado de no se qué, o un par de abuelas atendían a unos supongo nietos o nietos de sus vecinos mientras cuidaban de unas cabras en una calle de tierra roja y polvorienta. Ese era el documental de verdad.

Para colmo el programa entrevistaba también a varios chavales campeones de “lucha ugandesa”, algo parecido a la “lucha canaria”. Algunos que habían venido a España en cayuco y otros que vivían allí, en Uganda, así que había muchas imágenes de ese deporte mientras ellos contaban sus experiencias.

Entonces me di cuenta de una cosa. Los políticos europeos o españoles de ultraderecha que están contra los inmigrantes, especialmente contra los marroquís o subsaharianos, aducen que están en contra de la inmigración ilegal pero no de la legal. Eso es absurdo. Toda la inmigración es ilegal. Nadie tiene papeles. Ni nuestos ancestros africanos cuando vinieron a Europa hace casi un millón de años los tenían, ni tampoco nuestros abuelos los tenían cuando se fueron a Cuba o a Buenos Aires.

Pues he aquí lo que descubrí centrándome en esos secundarios que no participaban en el rodaje conscientemente. La razón de esa animadversión de la ultraderecha hacia los inmigrantes no tiene nada que ver con ningún papel sino con algo más visceral, y es que esos inmigrantes, chicos jóvenes, niños y chicas embarazadas son más valientes y más guapos que nosotros. Y eso nos avergüenza.

Y me explico. Cuando digo “guapos” no me refiero a la belleza física que también, eso ya nos lo mostró Leni Riefensthal con sus fotos de los Nuba en los sesenta, me refiero a la belleza de verdad, la del corazón.

Aceptémoslo de una vez: los negros son más guapos que los blancos.

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