Opinión

La bofetada

Will Smith parecía un chico simpático hasta el otro día en que nos hizo un gran favor a todos.

Y digo que nos hizo un gran favor porque consiguió que los medios de comunicación de todo el planeta, al menos por un día, dejaran de inundarnos exclusivamente con la invasión de Ucrania y la situación del covid.

La tradición humorística americana en ese tipo de actos, no solo en la gala de los Oscar sino en muchos otros, como bien se sabe incluye a un cómico presentador que se burla y hace toda clase de bromas sobre los que están sentados en el patio de butacas. Ya digo que eso es una tradición. Incluso el presidente en esas cenas anuales en la Casa Blanca con la prensa, empresarios u otros grupos sociales, cita por su nombre a algunos de los presentes y hace chistes sobre ellos. Claro que los chistes pueden ser de buen gusto o de mal gusto, pero en EEUU si usted va a un acto de ese tipo tiene que estar dispuesto a aguantar con una sonrisa que le caiga la del pulpo.

Eso no pasa en Europa. Si se fijan en los cómicos de por aquí, monologuistas, del Club de la Comedia, televisivos o los que sean, nunca hacen bromas sobre los presentes, nunca. Eso es algo única y típicamente americano, tan americano como las bebidas de cola, los perritos calientes, la bandera en el porche o el mal café aguado y recalentado.

Aquí los cómicos se burlan desde el escenario abierta y jocosamente de todo el mundo: de políticos, curas, jueces, etc., sea quién sea, de cualquiera, a condición eso sí de que esa persona no esté en la sala. Ahora sabemos por qué.

Will Smith con esa bofetada se ha hecho también un favor a sí mismo, aunque no sé si un flaco favor. Está por ver. Porque a partir de ahora cada vez que lo veamos arreando bofetadas a diestro y siniestro en la pantalla, vamos a recordar siempre la misma escena repetida y repetida una y otra vez.

La repetición es un recurso cinematográfico que ha dado siempre muy buenos resultados en el séptimo arte. Recuerden ustedes por ejemplo aquella magnífica y desternillante escena de Groucho Marx en “Una noche en la Ópera” pidiendo la cena al camarero: “Y dos huevos duros; en lugar de dos pon tres... Y dos huevos duros; en lugar de dos pon tres... Y dos huevos duros; en lugar de dos pon tres...” Y así todo el rato.

Otro caso de repetición famoso del cine es el Grito Wilhelm (búsquenlo en internet, es muy divertido). El Grito Wilhelm es un efecto sonoro de archivo, libre de derechos, al que han recurrido cientos de directores a lo largo de la historia porque les resultaba imposible conseguir un grito mejor para alguna escena determinada. Sale en casi cuatrocientas películas.

Esperemos que la bofetada de Will Smith no acabe siendo el Grito Wilhelm para él.

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