Opinión

Los museos son los libros

Últimamente Grecia vuelve a la carga para que el British Museum de Londres les devuelva todas las obras griegas que conserva.

Una petición como otras parecidas que ya hemos visto. Como la de Elche para que le devuelvan “La Dama” que está en el Arqueológico de Madrid. Una escultura que estuvo antes en el Louvre, después en el Museo del Prado y actualmente en el Arqueológico Nacional. Una petición más propia de un concejal de tres al cuarto que de alguien con cabeza.

Efectivamente se trata casi siempre de obras robadas, expoliadas o revendidas, pero a mi juicio sus lugares de origen a estas alturas no son sus propietarios como arguyen los reclamantes. Sus propietarios legítimos somos todos. La Dama de Elche es un ejemplo: el que la encontró se la vendió al Louvre, y años después el Gobierno francés la cedió a España mediante un intercambio.

Si todo el arte tuviera que estar en su lugar de origen o en propiedad de quienes lo crearon, tendríamos que devolver al gobierno de Israel las juderías de España, al italiano el acueducto de Segovia, y vaciar el Prado. No me vale la idea.

A mis diecinueve años pasé dos meses en Londres en un “flat” (piso) con siete chicos y chicas de mi edad de distintas nacionalidades. Entre ellos había un personaje griego curioso del que me hice amigo. Un día fuimos una chica, él y yo al British Museum. Ninguno había estado allí antes.

Digo personaje curioso porque para mí lo fue. Era un “niño de la Talidomida”. Tenía un bracito de quince centímetros de largo y él mismo me dijo por qué: la Talidomida.

En aquella visita al British, cuando empezamos a recorrer las salas de arte griego, él se fue enfadando cada vez más: todo aquello se lo habían robado los malditos ingleses, lo cual era cierto.

Tras ver cientos de esculturas, bajorrelieves e incluso templos enteros (el British es así), llegamos a una sala con una gigantesca maqueta de la Acrópolis que mostraba a modo ilustrativo dónde estaban muchas obras de arte griego con pequeñas banderitas clavadas. Había dos tipos de banderitas. Unas decían “Atenas” y otras “British Museum”. Las de “British Museum” eran muchísimas más. Mi amigo estalló. Había ido subiendo el tono de voz durante la visita y en ese momento ya gritaba llamando a los ingleses ladrones y cosas parecidas ante el asombro de otros visitantes.

Nos echaron del museo.

No digo que mi amigo no tuviera razón en estar indignado ni justifico el expolio, pero si las cosas fueran como quería él, yo no hubiera visto arte griego en mi vida, ya que nunca estuve en Grecia. Y tampoco hubiera visto nunca la Dama de Elche salvo en fotos.

Entonces solo veríamos lo que hay en nuestro pueblo. Y hay pueblos muy pequeños con nada que ver. Los museos son libros. Los libros se prestan, y a veces no se devuelven.

O directamente... se roban.

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