Opinión

Música country

De adolescente mi pandilla de Ourense (algunos me estarán leyendo ahora) éramos unos tipos raros de caray, hay que reconocerlo. La vida y los años te dan aparte de dolencias, perspectiva, eso es innegable. Hace poco leí una frase que decía: “La vida es una enfermedad mortal irreversible de transmisión sexual.” Me pareció muy acertada.

Digo que éramos raros porque al contrario que las típicas pandillas de chavales de entonces que tenían un par de guitarras y cantaban, nosotros además de guitarras y las inevitables armónicas teníamos también entre otros instrumentos un violín, arpas de boca, bongós, maracas, una preciosa flauta travesera ¡y un banjo!

Lo del banjo ya era de nota, claro. Piensen que eran los años setenta, ver un banjo en aquel tiempo en Ourense era algo tan exótico como encontrarse un marciano de “Encuentros en la Tercera Fase” de Spielberg en la calle del Paseo. Lo tocaba no sé si muy bien, pero con mucha energía y dedicación mi amigo Agustín.

O sea que éramos raros. Y solíamos interpretar espirituales negros y country, así que éramos aun más raros.

Otro amigo, Carlos, el jefe musical del grupo digámoslo así, nos instruía con maestría a todos para que en conjunto sonáramos relativamente bien.

Cuando por ejemplo subíamos a un tren en Ourense en verano porque nos íbamos de acampada a las Cíes, a los cinco minutos todo el tren estaba en nuestro vagón escuchándonos. No sé si porque éramos buenos, pero seguro que era porque nadie había visto nunca un banjo salvo en el cine.

Me he acordado de esto porque estoy leyendo un libro estupendo que se titula “Dolly Parton, un retrato americano”. Por supuesto es un libro que no interesará a nadie a quién no le guste el country, a mí sí porque siempre me ha gustado y siempre me ha gustado ella.

Pero también como reza el subtítulo es un retrato muy agudo e interesante de la sociedad americana a través de la historia vital de esa chica/señora exuberante que nació en 1946 entre once hermanos en una choza de los Apalaches sin luz ni agua corriente, y que a pesar de esas dificultades iniciales acabó convertida en una fabulosa compositora y una de las grandes voces de América, no solo musical. Quizá eso sea lo más interesante.

Dolly Parton ha conseguido algo increíble en los Estados Unidos: ser querida y admirada por todos. Por los desquiciados racistas blancos del sur o del cinturón bíblico, y por los demócratas más avanzados del país. Sí, ella es la “Reina del Country”, pero también es la reina de las causas difíciles, las antirracistas, las pro derechos LGTBI, las feministas, las de la protección de la infancia. O sea, las causas de los desfavorecidos.

Tal vez a Dolly Parton en realidad todo el mundo la quiere por su irresistible sentido del humor. Véanla y escúchenla porque tiene mucho que enseñarnos a todos. Y esto no es una broma suya aunque... podría serlo.

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