Opinión

Ni yo tampoco entiendo

Como se imaginarán quienes me conocen o me leen, Macarena Olona es un personaje que me resulta particularmente odioso. No me gustan sus ideas, ni sus formas, ni nada de ella.

Dicho esto, no entiendo la que le han montado ciertos medios de comunicación con que se haya empadronado en Granada para presentarse a las elecciones andaluzas, un mero trámite administrativo creía yo.

Incluso he escuchado a comentaristas soltando ocurrencias absurdas como si fueran una información relevante, como que la vivienda no es de su propiedad, que no vive allí, o que ni siquiera la tiene en alquiler, y otras muestras de agudeza periodística similares.

Pues no lo entiendo. Es más, esa campaña me suena al típico estilo de atacar por atacar sin justificación ni razón. Algo más propio de Macarena Olona que de esos medios y comentaristas cuyos nombres no voy a decir.

Me explicaré y si alguien está técnicamente más informado que yo sobre este asunto del empadronamiento le agradecería que me aclarara mis lagunas.

Yo viví casi diez años en Madrid y nunca estuve empadronado allí, sino en Ourense. Dos años en Coruña y tampoco. Un par de años en Vigo y tampoco. Un día decidí empadronarme en Vigo y actualmente tengo una vivienda en propiedad en dicha ciudad.

El día que fui a empadronarme al Concello, hace más de veinte años, tuve que hacer una cola en la que había unas quince personas delante de mí, también empadronándose. Y ¡todas eran subsaharianos menos yo! Dudo que ninguno tuviera una vivienda en propiedad o en alquiler, a menos que ahora hayamos decidido llamarle alquiler a vivir en un piso-patera.

Como los únicos requisitos para empadronarse, al menos entonces, eran presentar una identificación, DNI, pasaporte u otra y dar una dirección, deduzco que esa dirección solo tenía por objeto que el Concello dispusiera de un correo postal al que enviar cualquier notificación. Los concellos no son la Gestapo.

Un día apareció en la prensa local una curiosa entrevista a un indigente que vivía en la Plaza de Compostela de Vigo. Concretamente vivía en un banco de dicha alameda. Pues aquel hombre estaba empadronado con esa dirección, la de aquel banco. La historia casi parecía un cuento de Cunqueiro.

Por eso no entiendo ese revuelo con el empadronamiento de Olona. Y de ahí el título “Ni yo tampoco entiendo” de esta columna. Será por unos versos de un poeta, precisamente andaluz, que decían así: “Ni yo tampoco entiendo si se me abre el grifo y sale una bala tras otra bala / si abro la puerta y se nos entra el fusilado / o la cierro y se me queda fuera el dedo / si unto amor en el labio entreabierto y nada / si miro al muro y todavía distingo los boquetes.”

La señora Olona tiene bastantes cosas por las que criticarla en serio, pero no porque se empadrone donde le parezca o le viene bien. Eso lo hacemos todos.

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