Opinión

El patrimonio del matrimonio

El papa Francisco, al regreso de aquel viaje a Eslovaquia de hace unas semanas, declaró que aunque está a favor de los derechos de los homosexuales está en contra de sus matrimonios (sic). Normal. La Iglesia sigue estando en contra del matrimonio civil. Que sea entre personas del mismo sexo es intrascendente no sé si se dan cuenta ustedes, aquí la clave es que la Iglesia sigue sin aceptar el matrimonio civil, porque la Iglesia cree tener el patrimonio del matrimonio y solo el que bendicen ellos es válido, los demás no.

Creo que al papa, que parece un hombre lúcido, habría que recordarle amablemente, ya que él es amable, que su religión tiene dos mil años pero hay un buen puñado de religiones en el planeta que tienen cuatro mil. Y hubo más, más antiguas aun. El matrimonio es una institución civil desde los chinos, los sumerios, los egipcios, los griegos y los romanos, mucho antes de que aparecieran en el mapa los cristianos o los musulmanes y empezaran a dar lecciones. Quizá el matrimonio ya era una institución civil entre los neandertales. Probablemente.

Supongo que no es fácil conjugar tantas absurdas ideas bíblicas con la vida moderna, pero a mi juicio los católicos lo han venido llevando bastante bien en los últimos tiempos, me refiero a los últimos años en las democracias occidentales. Quizá porque no les ha quedado otro remedio y han tenido que adaptarse. Claro que de vez en cuando y donde menos se lo espera uno, salta el conejo... o la liebre.

Al papa Francisco ahí le saltó el conejo. Y el conejo es que el matrimonio civil no vale según esos señores con faldas que ni se casan, ni piensan hacerlo.

En aquella estupenda y añorada serie televisiva “El ala oeste de la Casa Blanca” hay una escena en la que el presidente, fabulosamente interpretado por Martin Sheen, se dirige a una invitada en una recepción en la Casa Blanca, una mujer que tiene un programa de radio de gran audiencia en Estados Unidos en el que imparte ideas sociales y políticas basándose en la Biblia. Y le dice así:

-Bueno, doctora Jacobs, quiero hacerle un par de preguntas aprovechando que está usted aquí. Me interesaría vender a mi hija tal como aprueba el Éxodo 21.7, está en segundo de carrera, habla italiano fluidamente y quita la mesa cuando le toca. ¿Cuál cree que sería un buen precio? Otra cosa, mi jefe de gabinete insiste en trabajar en domingo. El Éxodo dice que quien trabaja en domingo debe morir, ¿estoy moralmente obligado a matarlo yo mismo o debo llamar a la Policía? Otra más, hay muchos aficionados al deporte en esta ciudad, tocar la piel de un cerdo muerto lo convierte a uno en impuro, Levítico 11.7, ¿si prometen llevar guantes pueden los del Washington Redskins seguir jugando al fútbol?, ¿o los del Notre Dame?, ¿o los del West Point? Piense en eso.

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