Opinión

Las preocupaciones de los españoles

Según Tezanos y no tenemos ningún motivo para dudar de él (!), la amnistía ocupa el lugar número treinta y ocho entre las preocupaciones de los españoles.

Yo ahí a Tezanos lo creo (!). No es que me relacione últimamente con mucha gente la verdad, pero no advierto en nadie que yo conozca esa preocupación por la aministía que tanto llena los periódicos, internet, la radio, los mitines, declaraciones políticas y tertulias de opinión. El personal vive al margen de eso, me da la impresión.

La amnistía a mi juicio solo interesa a los encausados por el “procés”, y puede que aun a algunas docenas de nostálgicos indepes catalanes de la vieja escuela, residuales, que todavía siguen soñando con su imposible paraíso. Y ya se sabe que todos los paraísos son imposibles pero los creyentes no se dan cuenta, o no quieren darse cuenta de que el paraíso no existe. ¡Ah, no hay nada más hermoso que soñar! Los sueños nos hacen niños y también nos hacen hombres. ¡Qué bonito!

Diré más. A mí ese puesto treinta y ocho hasta me parece muy optimista. Yo situaría el tema de la amnistía entre las preocupaciones de verdad de los españoles, catalanes incluidos, hacia el puesto ochenta, noventa, o más allá. Más o menos donde se situaría la preocupación de yo mismo y de tantos conciudadanos nuestros por el aumento del precio de los lápices de memoria USB. Por ahí.

Tezanos y sus informes son como se suele decir un “barómetro” de la realidad social. Es decir que le echamos un ojo a la aguja y sabemos si va a hacer buen tiempo, malo, humedad, o si todo al final se va a convertir en un inesperado ciclón o en nada. Para eso sirve un barómetro.

Cuando yo era crío había unos pseudobarómetros muy graciosos que nos encantaban a los niños. Eran de muchas formas y colores. En mi casa tuvimos uno. Una pequeña escultura barata de un fraile mal pintado, que se ponía o se quitaba la capucha él mismo sin ayuda según fuera a hacer mal o buen tiempo. Una especie de tamagotchi de la época, pero con más utilidad que el juguete-bichito artificial japonés, ya que por lo menos no te daba la lata y te informaba de algo útil.

Pero no le hacíamos caso. Antes de salir de casa le echábamos un vistazo rápido por curiosidad, era gracioso ver sus cambios de vestimenta pero eso era solo testimonial, aunque tuviera la capucha puesta amenazando lluvia, al mismo tiempo mirábamos al cielo por la ventana y al final salíamos sin paraguas.

Supongo que eso al fraile-barómetro le produciría un gran sufrimiento personal y desasosiego, el de vivir en una comunidad en la que nadie te toma en serio. Y eso que él sí se tomaba su trabajo a conciencia, no había más que verlo quitándose y poniéndose la capucha constantemente.

Creo que a Tezanos le pasa lo mismo.

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