Opinión

Presidentes raros

El otro día, de charla con un amigo, salió el tema del decepcionante combate de boxeo Mayweather-Pacquiao. No entro a juzgarlo ya que no lo vi y no tengo ni idea de boxeo. La única idea que tengo de boxeo es la paliza que me metió un compañero de clase veinte centímetros más alto que yo una vez en un combate, cuando teníamos solo diez años. Ese día aprendí a no llevarle la contraria a nadie con demasiada insistencia. Y también que mi ventaja en el futuro, a lo largo de mi vida, sería la inteligencia pero nunca los bíceps. 

Nuestro tema de conversación se centró más bien en el hecho de que Pacquiao es congresista en Filipinas y tiene posibilidades de acabar como presidente. Un presidente ex campeón de boxeo es algo bárbaro. Claro que sí. Y nos pusimos a pensar en presidentes "raros". 

Como Ronald Reagan que era actor y no sabía hacer nada más que actuar (y fue buen presidente dentro de lo que cabe, quizá ser presidente consiste en eso, en actuar). O Bush senior que era un falso. O Bush junior que era imbécil del todo casi rozando la subnormalidad. O Richard Nixon que era un mentiroso, "Tricky Ricky " lo llamaron, "Ricky el mentiroso". Al igual que Aznar, otro especializado en no decir nunca la verdad. O Rajoy que no sabíamos en que categoría meterlo. O Zapatero que ni siquiera parecía presidente de nada. O Felipe González que financió con nuestros impuestos un grupo terrorista supuestamente antiterrorista organizado desde la misma Moncloa. 

Otros casos que se nos ocurrieron así a vuelapluma fueron Sarkozy, el enano que emulando a su compatriota Napoleón tenía que llevar alzas en los zapatos para mantenerse solo un poco por debajo de la altura de su novia. O Mitterand, al que se le descubrieron sus amantes el mismo día que lo enterraron, en el camposanto. Eso por no hablar de Kennedy, la gran mentira de la historia de la política americana. O el gracioso "desliz" de Bill Clinton que todos recordamos a la perfección. Y lo de Bill en esta colección de despropósitos hasta es lo menos malo de todo.

El mundo está lleno de presidentes "raros". Y eso que he obviado a Maduro, Chávez, Ortega y otros así, que resultarían mucho más evidentes.

Todo esto suena a aquel cantante uruguayo, Quintín Cabrera: "Qué vida más diferente, la mía y la suya, señor presidente. Mientras yo vivo en un rancho que se cae de pobre, usted es un terrateniente que vive en palacios rodeado de sirvientes. Mientras yo de peludo metido en la tierra reviento y sudo, usted maneja mi suerte chupando importados en Punta del Este. Que vida tan diferente, la mía y la suya señor presidente. Mientras yo hago milagros con agua y fideos donde comen cuatro, usted es un mago evidente porque de un gesto suyo brotan banquetes." 

¡Vaya! Las canciones y la poesía siempre nos dicen la verdad.

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