Opinión

Primeira carta

Hace unas semanas tomé un café en Ourense con mi ahijado y su padre a los que no veía desde hacía tiempo. Es lo malo de haber abandonado el coche (yo) hace muchos años, sumados a los tres de pandemia, y a que ya antes me había vuelto (yo) perezoso para viajar, incluso en viajes cortos.

El caso es que aparte de una estupenda conversación y un par de regalos que me hicieron por mi pasado cumpleaños descubrí que ellos no se habían vuelto perezosos para eso. Se van los dos solos, juntos, de viaje, a Perú este verano a hacer el Camino Inca y visitar Machu Picchu, una antigua ilusión de mi ahijado.

Por eso estuvimos hablando un rato de Sudamérica, un destino al que yo siempre deseé hacer mil viajes pero solo hice uno, a México. Y les conté que pasé cinco años de mi vida escribiendo en castellano del siglo XVI una Crónica de Indias de quinientas páginas, para lo que leí casi toda la bibliografía importante sobre los primeros cien años de la Conquista. He de señalar que mi libro, no publicado, no es una novela sino una “verdadera” Crónica de Indias “falsa”. Una especie de juguete literario e histórico.

Por la noche me di cuenta de que debí haberle recomendado a mi ahijado uno de los libros más bonitos que leí en aquellos años. Desde luego hay muchos maravillosos como la “Verdadera Historia” de Bernal Díaz del Castillo, casi una novela moderna, los diarios de Colón, la “Relación” del viaje de Magallanes y Elcano de Pigafetta, o los fascinantes libros de tantos frailes como Bernardino de Sahagún, Motolinía, Tata Vasco o José de Acosta entre otros.

Pero recuerdo que uno de los libros más hermosos y emocionantes que leí entonces no era español, y tampoco tenía nada que ver con el Perú ni con la aventura del protagonista de mi libro.

Se trata de la “Primeira carta desde o Brasil” que Pero Vaz de Caminha, secretario de la flota de Álvares Cabral, escribe al Rei dom Manuel para comunicarle el descubrimiento de unas nuevas tierras, el Brasil. Un libro que a pesar de buscarlo hoy me ha resultado imposible encontrar en mi biblioteca, ya que es diminuto y tiene un lomo muy fino que en mis estanterías de doble fondo resulta difícil localizar. Por supuesto los gallegos debemos leer el libro en el original portugués.

Pero pensé que tenía que habérselo recomendado porque mi ahijado es un enamorado del Baixo Miño, O Rosal, A Guarda, de donde es también toda mi familia, y por extensión de Camiña.

Porque en esas apenas cincuenta páginas que los portugueses tienen por una biblia literaria fundacional, Pero Vaz de Caminha le describe al rey la maravilla de las nuevas tierras y gentes descubiertas, echando mano constantemente de nostálgicas referencias a su pueblo: “Os aires son bons e temperados como os de Caminha”. 

Y todo así. Eso se llama “morriña”.

Una belleza.

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