Opinión

Riduán

La verdad es que no sé si Lanzarote es un personaje real o únicamente literario, Gonzalo Fernández de Córdoba y Riduán sí fueron reales


Hace poco publiqué un artículo aquí en el que hablaba de Gonzalo Fernández de Córdoba, y lo comparaba yo con Lanzarote del Lago por su honradez, su lealtad y su nobleza. 

          Pues si Lanzarote del Lago simboliza eso en la cultura inglesa y Gonzalo Fernández de Córdoba en la española, hay un personaje fascinante en la cultura árabe hispana que simboliza lo mismo: Riduán, el lugarteniente de Boabdil, el Rey Chico de Granada. 

    La verdad es que no sé si Lanzarote es un personaje real o únicamente literario, Gonzalo Fernández de Córdoba y Riduán sí fueron reales.

 Hace años conocí a alguien que se llamaba, y se sigue llamando espero, Riduán. Era entonces camarero de un bar al que yo solía ir con unos amigos a menudo en la Plaza de la Leña de Pontevedra. Un chico alto, guapo, simpático, eficiente y educadísimo. Un día oí su nombre, Riduán, y después cuando nos estaba sirviendo en la terraza le pregunté directamente:

– ¿Perdona, ¿te llamas Riduán?

– Sí, ¿por qué? –les aclaro a ustedes que este Riduán habla un español perfecto, mejor que el mío.

– Por nada. Lo oí antes, dentro del bar.

Y añadí medio en broma:

– O sea, que eres el portero del paraíso.

Riduán, un nombre árabe común, es el portero del paraíso musulmán, lo que sería entre nosotros San Pedro más o menos.

El chaval se quedó sorprendido, quizá por encontrar a alguien que sabía aquel pequeño detalle de su cultura. Me preguntó:

–¿Cómo sabes eso?

–Por casualidad –le contesté–. Estoy leyendo “Las Mil y Una Noches” y hoy al escuchar tu nombre recordé un pasaje que leí ayer en ese libro, uno en el que varios personajes hablan sobre un desconocido y uno dice: “Este no debe ser hombre sino un noble ángel. ¿Acaso Riduán, el portero del paraíso, se dejó la puerta abierta y por ella escapó este joven?”

Por supuesto hicimos migas de inmediato.

Tiempo después yo descubriría que también se llamaba Riduán el lugarteniente de Boabdil, releyendo un precioso romance del romancero viejo que nos enseñaron de niños en el cole y narra un imaginario diálogo entre Boabdil y Riduán:        

“Riduán, bien se te acuerda que me diste tu palabra / que me darías Jaén en una noche ganada. / Riduán le responde sin demudarse la cara: / “Si lo dije rey, no me acuerdo, más cumpliré mi palabra”. / Ya pide Riduán mil hombres, el rey cinco mil le daba / y por la Puerta de Elvira sale gran cabalgata. / ¡Cuánto del hidalgo moro, cuánta de la yegua baya!”

La consecuencia del engreimiento y la estupidez de Boabdil a pesar de la nobleza de Riduán fue no solo que no ganaron Jaén, sino que además perdieron Granada.

Pero vuelvo a mi Riduán, aunque esta columna en realidad no trate de él sino de esos partidos políticos a los que no les gustan los inmigrantes. Y yo creo que los inmigrantes son todos Riduán. ¡Viva Riduán!

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