Opinión

Sobre el perdón


El catolicismo, que fue durante siglos incapaz de perdonar a nadie pese a las enseñanzas de su maestro Jesús (bastante claras para quien quisiera prestarles atención), y que se dedicó siempre a perseguir, torturar, quemar, y matar a todo discrepante, en los últimos tiempos se ha especializado en perdonar. Todo un logro admirable teniendo en cuenta su historia en los dos mil años anteriores. No es fácil sacudirse eso de encima de un plumazo.

El papa Francisco ha perdonado a Milei sus violentos e insultantes exhabruptos contra la Iglesia, y especialmente contra el propio pontífice al que el mandatario argentino llegó a acusar, a gritos como es su costumbre, de diabólico y casi de asesino. 

Y los obispos españoles, tras estudiar a fondo el informe del Defensor del Pueblo sobre los abusos a menores en la Iglesia, se han perdonado también a ellos en un alarde de sabiduría y bondad que solo la verdadera religión puede proporcionar, pues no hay nada más difícil que perdonarse a uno mismo.

El perdón, especialmente ese perdón católico o cristiano, es un concepto fabuloso que entra de lleno en el territorio de la fantasía, y que según dicen muchos expertos, psicólogos, psiquiatras, creyentes, etc., resulta muy consolador, liberador y curativo. Supongo que sobre todo será así para el culpable. No lo sé.

Yo no recuerdo haber perdonado nunca a nadie. Ni que nadie me perdonara a mí. Tal vez porque soy como esas viejitas que confiesan como su mayor pecado que le negaron el saludo a una vecina en la escalera, quizá porque estaban enfadadas con aquella por algo. Y entonces el cura pacientemente les manda rezar dos avemarías y dos padrenuestros antes de darles la absolución y mandarlas para casa, para que le preparen la merienda a los nietos como todas las tardes. Con más chopped si puede ser.

Tampoco soy vengativo ¿eh? Me han hecho daño algunas veces, claro, pero ni he sentido nunca el deseo de perdonar, ni tampoco el de vengarme.

En los ochenta un amigo me trajo de un viaje por Estados Unidos un simpático recuerdo de Carmel (California) en donde había recalado un día. De aquellas el alcalde de Carmel era Clint Eastwood (esa era la gracia del regalo, mi amigo sabía que me gustaba Eastwood). Aun lo conservo. Es un sacacorchos curioso, en aquel momento una novedad, que te permite descorchar una botella de vino sin perforar el corcho. Este tiene grabado en su funda en letras doradas “TwistUp, Carmel, California”.

Sé que al mencionar a Clint Eastwood todos recordaremos inmediatamente “Sin perdón”, que vendría a cuento aquí con el título del artículo. Pero en la filmografía del director americano hay muchas películas que tratan del perdón y de la culpa. Desde las geniales “Hombre blanco, corazón negro”, “Medianoche en el jardín del bien y del mal”, “Mystic River”, “Poder absoluto” o “El intercambio” hasta la inigualable “Gran Torino”, una de mis favoritas.

Fíjense bien: todas tratan sobre el perdón.

Te puede interesar