Opinión

Terroristas cristianos

Si han leído ustedes el título de esta columna con atención ya sabrán de qué va este artículo. Bien. Eso me ahorrará a mí muchas explicaciones.

Pues no hay, esa es la verdad. No hay terroristas cristianos. ¿O han visto ustedes a algún cristiano o cristianos poniendo una bomba en algún sitio por ahí? ¿O inmolándose con un cinturón explosivo en un autobús urbano para llevarse por delante al chófer, la niña, el loro y lo que se ponga por delante? Yo no. Ni aquí, ni en Iraq. Y no digo esto porque sea cristiano yo que no lo soy, sino por sentido común. No hay más que ver la realidad. No hay "hombres-bomba" cristianos. Todos los "hombres-bomba" son musulmanes. Eso debería hacernos pensar ¿no creen?

Pero no. La mayoría de la gente, especialmente los políticos, prefiere no pensar. Es más fácil así. Sin pensar la vida (en el caso de que no te la arrebate un hombre-bomba) se va llevando mejor. 

En los años ochenta escribí un micropoemario inspirado en la filosofía Dadá, recortando palabras de los periódicos, metiéndolas en una bolsa y sacándolas una a una para componer un poema de forma arbitraria. La verdad es que no era exactamente así. No era tan arbitrario. Al final mi intervención en el resultado era más importante que el azar. El libro se titulaba "Los hombres-bomba no van al Paraíso", una frase extraída de aquellos textos de los periódicos, escritos por corresponsales de guerra. 

"Los hombres-bomba no van al Paraíso" fue una especie de fatua o algo parecido dictada por Hamas en aquellos años, en medio de las negociaciones entre Yasser Arafat, la ONU y el estado de Israel. Y la fatua fue así seguramente porque a Hamas le pareció más lógico contener al personal un poquito en aquel momento.

Yo nunca tuve un pañuelo de Al Fatah, aunque algunos amigos y amigas sí los tenían en mis años universitarios de Madrid. A mí es que no me gustaban ni el diseño ni los colores de aquellos pañuelos. No era por otra cosa. Será que siempre fui un poco bobito con la moda. Un poco, no sé... ¿maniático quizá? Puede. Bueno, da igual. Yo prefería ya de aquellas un fular de Boss o de Armani mejor que aquel pañuelo blanco y negro sin mucha gracia, y cuyo único atractivo era que también lo llevaban Yasser Arafat y Agustín García Calvo (¡gran poeta!). Me parecía que ponerse aquel pañuelo era como ponerse la misma corbata que Churchill tan solo porque sí. Y nunca entendí eso.

Bien, una vez más me he ido por las ramas, algo habitual en mí. Perdón. Sé que ya se van acostumbrando ustedes. El tema del artículo, no sé si a estas alturas lo recuerdan era este: No hay terroristas cristianos. Piénsenlo cuando se anuden el pañuelo de Al Fatah delante del espejo antes de salir de casa. Y por cierto, si está lloviendo no se olviden del paraguas. Ciao.

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