Opinión

Una escritora


Una escritora catalana, Julia Bacardit, decidió hace un tiempo que su segunda novela no se tradujera al castellano. La razón que adujo esta mujer es que no quería fomentar el castellano en Cataluña (y en otros lugares del mundo se supone), a costa de un supuesto menosprecio del catalán.

Hay que señalar que de su novela anterior había venido muchísimos más ejemplares en castellano que en catalán, así que hemos de suponer que esto lo hace por convicción. Por una cierta convicción. Las críticas que recibió de que eso es una estrategia de promoción comercial no me parecen lógicas, si fuera así ella hubiera preferirido que la novela se publicara en todas las lenguas posibles del mundo.

El caso de un autor o autora que renuncia a publicar en un determinado idioma por las razones que sean, cada uno tiene las suyas, no es nuevo y siempre los ha habido. La exitosa escritora americana de novela negra Donna Leon cuyas obras traducidas a cuarenta idiomas están ambientadas en Italia y ella misma vive en Venecia, no deja que sus obras se traduzcan al italiano. Según dice porque quiere salir de casa sin que la conozcan y la asedien por la calle. Una razón tan respetable como la de Julia Bacardit.

A mí me encantaría que me llamaran de alguna de mis editoriales porque quieren publicar un libro mío en cuarenta idiomas pero como decía Fray Hernando de Talavera, aquel fraile de la orden de San Jerónimo confesor de Isabel la Católica barajando la posibilidad de que lo nombraran obispo: “No me caerá esa mitra en la cabeza”. Por cierto que al final sí lo nombraron obispo y eso que era judío el tipo, judío converso claro. O sea que yo aun podría tener esperanzas si reniego de mi religión. ¿Quién sabe?

El problema aquí, en la España de hoy, es que todo el mundo se toma las cosas por el lado que no son. Los españoles tenemos un don especial para ver las cosas del revés. Así que a Julia Bacardit por ese tonto detalle la pusieron a caer de un burro en sus medios los de siempre, los de la banderita rojigualda en el reloj, cuando a) el libro es suyo y puede hacer con él lo que quiera; y b) su decisión no tiene nada de político y sí mucho de emocional. Al menos de momento, porque si sus royalties crecieran como la espuma de una cerveza bien tirada, en castellano la esperan más de quinientos millones de posibles lectores.

Yo siempre quise que me publicaran en suajili (esto también es emocional) y de hecho empecé a estudiar suajili en Madrid una vez, en la Casa de África, pero... la cosa no salió bien.

En fin. Seguiremos leyendo a don Álvaro Cunqueiro que escribía y publicaba en gallego, en castellano, y hasta en un francés y un bretón inventados por él. Eso sí, eran un francés y un bretón galleguizados maravillosos.

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