Opinión

Un balón de oxígeno

Eventos del calibre de unos Juegos Olímpicos o de la fase final de una Copa Mundial de fútbol trascienden lo meramente deportivo para convertirse en instrumentos políticos de primer orden, al servicio de la consecución de fines geoestratégicos. Representan, parafraseando al filósofo militar Karl Von Clausewitz, una continuación de la política por otros medios. Las últimas Olimpiadas, celebradas en Pekín en 2008, constituyen todo un ejemplo en este sentido, por facilitar la proyección de China como potencia económica y reforzar su liderazgo regional e internacional. Más trágico fue el objetivo de Berlín, en 1936, utilizada por la Alemania nazi para difundir las "bondades" del Tercer Reich y la supremacía de la raza aria en el mundo. O de Munich, en 1972, en tanto marco de reivindicaciones del terrorismo palestino.


Las celebraciones deportivas de masas también representan un gran pretexto para el desarrollo y la modernización urbanística. Ampliar, remodelar y recuperar barrios enteros de las ciudades donde tienen lugar las competiciones forma parte de su hoja de ruta natural. Así como la renovación general de las infraestructuras viarias y de transporte. Pensemos, sin ir más lejos, en la transformación urbana de Barcelona, en 1992.


En cuanto a las oportunidades económicas y de negocios, van desde el turismo a la mejora y potenciación de diversos sectores productivos, tanto para las ciudades y países que ejercen el papel de anfitrión como para los que resultan vencedores. La organización del Mundial de fútbol, compartiendo sede con Corea del Sur, aportó en Japón un incremento del 0,3 por ciento del PIB sólo en el segundo trimestre de 2002. En Italia -siguiendo con el deporte rey- se han publicado estudios que cifran en un punto porcentual de PIB la contribución al crecimiento de la victoria sobre Francia, en Alemania 2006.


Es por eso que Sudáfrica espera mucho del Campeonato Mundial de fútbol que dará comienzo en apenas unos días. Para España -que parte como favorita- supondrá de entrada prolongar durante un mes el opio del pueblo. Y, en caso de que resulte vencedora, una copa y un balón. Un balón de oxígeno para quien nos gobierna en medio de la tempestad.

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