Opinión

Impecable

La carta de María Victoria Campos, la viuda del guardia civil asesinado por ETA en Legutiano, es estremecedora y un testimonio impecable de cordura y respecto democrático en medio del más profundo dolor.


En su escrito a la opinión pública, da las gracias a todos y cada uno de los que le han acompañado detrás del féretro de Manuel Piñuel. Incluso reconoce cómo el pueblo vasco le ha trasmitido fuerza, dignidad, y grandeza. Seguramente no se refiere a los ciudadanos de Mondragón, que llenaban los bares de la localidad o tomaban el sol, mientras un reducido grupo de vecinos guardaba un minuto de silencio en repulsa por el atentado. Ahora bien, por primera vez, la fotografía de un guardia civil asesinado por ETA ha sido colocada en el monumento erigido en honor a las víctimas del terrorismo a las puertas del Parlamento vasco y una guardia de honor, en la que se entremezclaban ertzainas y guardias civiles, custodió la imagen del asesinado. ¡Ya era hora! Durante los años de plomo, los años ochenta, cuando los funerales por las víctimas de ETA eran una constante trágica en el País Vasco, sólo el ministro de Interior y algunos dirigentes del PSOE y del PP se atrevían a asistir. A la salida del templo recibían insultos, se les tiraban monedas y el asesinado era discretamente trasladado a su pueblo. De ahí se pasó a la etapa de la ignorancia. Para el Ejecutivo vasco, las víctimas de ETA no existían, eran una entelequia. Hubo incluso obispos en Euskadi que se negaron a oficiar funerales por miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado. Esa etapa negra se ha terminado. Manuel Piñuel, y sobre todo su viuda, se merecen que el Gobierno, el lehendakari, los Príncipes, y toda la ciudadanía les rindamos el homenaje que merece un servidor de la democracia asesinado por la sinrazón. ‘No sois nadie, sólo sois basura’, dice María Victoria, dirigiéndose a los etarras y confía en que, con la ayuda de todos, se acabe con esta lacra de asesinos. Esa puede ser la esperanza de esta legislatura: que, por fin, las fuerzas políticas, que no consiguieron ponerse de acuerdo en el intento de paz, consigan ahora, con los muertos por delante (es triste decirlo), la unidad imprescindible frente al terrorismo. Porque ETA se ha servido de la desunión de estos cuatro años para crecer frente a la opinión pública, para marcar la agenda, para ocupar portadas de los periódicos, para protagonizar la labor de oposición al Gobierno, para ser la protagonista de la vida política cuando debía ser la escoria, la basura, como dice María Victoria. Eso, como el ningunear a las víctimas, no puede volver a repetirse.


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