Opinión

Año negro para los cereales

Ni precios, ni volumen. La campaña de cereales, que hace solo unas semanas se presentaba con las mejores perspectivas de producción ha experimentado un cambio radical en la mayor parte de las zonas consecuencia de la falta de agua y, sobre todo por los fuertes calores que han acabado asurando la cosecha e impedir el buen desarrollo de los cultivos. Con la caída de la producción, no se espera sin embargo un repunte de los precios en el mercado interior consecuencia de unas buenas producciones en otros países, una menor demanda y, sobre todo, por la existencia de excedentes en los mercados. En todo caso, se estima que se podría haber parado la caída que se produce, con ligeros altibajos, en los últimos meses.

Frente a la baja cosecha de la campaña anterior, este año las perspectivas eran positivas en cuanto habían acompañado las condiciones climatológicas. Las estimaciones para las producciones de los cereales de invierno eran al alza en todas las zonas. Inicialmente, desde las Cooperativas Agroalimentarias, se barajaba la posibilidad de una cosecha total de cereales de más de 23 millones de toneladas, tras un análisis, en profundidad, de todas las zonas. De esa cifra, en cebada se estimaba una cosecha de unos 8,4 millones de toneladas, mientras en trigo duro se esperaban 7,5 millones de toneladas y 0,9 millones de toneladas en trigo duro, correspondiendo más de cuatro millones al maíz, a pesar de haberse producido una fuerte reducción de la superficie de cultivo por la bajada de los precios registrada en la campaña anterior

Todas estas buenas previsiones se han truncado por la falta de aguas y los fuertes calores registrados en la primera quincena de mayo con temperaturas de varano que han cogido a los cereales en cada zona en un estado diferente de maduración o crecimiento, pero en todas las ocasiones, con efectos negativos. En las zonas más al sur, a punto de iniciarse la recolección, los daños han afectado menos, pero también han perjudicado al desarrollo final del cultivo con efectos negativos sobre el volumen de las cosechas por el peso de los granos. En la zona centro, como en muchas otras de Cataluña y de Aragón, los efectos han sido más graves por el estado y desarrollo de las plantas, diezmando las producciones. En la zona más al norte, en el Duero, los datos han sido igualmente graves, sobre todo en las tierras más al sur, mientras en las tierra más al norte, los cultivo han sufrido menos los efectos de los calores y la falta de lluvias, aunque sería necesaria agua para evitar otro año en negativo.

Frente a la situación del sector en España, en el resto de los países comunitarios las perspectivas son más optimistas, aunque en el conjunto de la Unión Europea el volumen de cosecha es ligeramente inferior al pasado año. Las previsiones iniciales apuntaban a una cosecha total de cereales en la Unión Europea de unos 306 millones de toneladas, frente a los 324 millones de toneladas de la campaña anterior. De esa cifra, 140 millones corresponden al trigo blando, frente a los 147 millones de toneladas del año pasado, casi nueve millones de toneladas al trigo duro, como en la campaña anterior y 58 millones de toneladas a la cebada, frente a los 60 millones de toneladas de 2014.

En lo que afecta a las producciones, es preciso esperar también a los resultados de las cosechas en terceros países, como los del este de Europa y sus estrategias en materia de aranceles, bloqueo o libertad de exportaciones y también a las previsiones, inicialmente positivas de los Estados Unidos.

En conjunto, a escala mundial las previsiones apuntan a un ligero descenso de la producción con un volumen de unos 1940 millones de toneladas frente a la cosecha de la campaña anterior de 2.000 millones de toneladas. Este ligero recorte de las producciones no preocupa sin embargo en el sector de los operadores de cereales. Según los datos manejados por los organismos internacionales en esta materia, los excedentes de campaña en estos momentos se sitúan en uno de los niveles más elevados de los últimos años, con un volumen de unos 420 millones de toneladas. A todo ello se añade, además, una nueva circunstancia. Existe una cierta paralización en la demanda. Frente a una oferta suficiente, los compradores están reacios por falta de salidas que en el ámbito local podían estar ligadas a los ajustes en las cabañas ganaderas con un menor consumo y que en el exterior está afectando a las salidas de cereal desde los países comunitarios más importantes productores como sería el caso de Francia, lo que seguiría alimentado los stocks. Con este escenario en lo que afecta a las producciones, existencias y demanda, se halla el interrogante de los precios.

Los cereales en su conjunto llevan una casi permanente línea de bajada en los últimos meses solo con subidas muy puntuales, para volver a la senda de los recortes. En el mercado nacional, esas bajadas han afectado a todos los cereales con precios que han pasado en unos meses desde los más de 170 euros tonelada para las cebadas y cifras superior4ees en trigos y maíz, a una cifras que en las últimas semanas se hallaban ya para las cebadas por debajo de entre150 y160 euros tonelada.

Con las perspectivas negativas de la nueva cosecha, los cerealistas no se pueden hacer ilusión de volver a la senda de los precios elevados. Para el responsable del conjunto de las producciones de herbáceos, de las Cooperativas Agroalimentarias, Antonio Catón, se podía esperar, en el mejor de los casos, una parada de las bajadas y que los recortes hayan tocado fondo, pero habrá que esperar a ver cómo se desarrollan las circunstancias de los mercados mundiales para ver la posibilidad de una ligera recuperación. A favor de los precios puede jugar el hecho de que las cosechas en el resto de la Unión Europea se recolectan más tarde que en España y que la disponibilidad del cereal para llegar a los mercados se retrase unas semanas, pero no deja de ser una situación muy puntual. En consecuencia, mal año para los cerealistas en volumen. Normalidad a la baja en materia de precios frente a los años de vacas gordas. En conjunto, campaña en negativo donde, año tras año siguen subiendo los costes de producción para sacar el máximo todos los años, sin descanso a unas tierras y para evitar todo tipo de plagas sin que crezcan los ingresos. Positivo para las cabañas ganaderas que tienen casi todas las cartas de la baraja para mantener unos niveles de precios que les permitan congelar o reducir costes y mantener una posición de competitividad en los mercados.

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