Opinión

La leche sin cuotas cambia de territorio

El pasado 1 de abril entró en vigor la eliminación de las cuotas de leche. Menos de tres meses más tarde, ese cambio se ha comenzado a reflejar en una profunda transformación del mapa de la producción de leche en España con los consiguientes efectos beneficiosos en unas zonas donde ahora se puede experimentar un importante crecimiento de sus explotaciones ganaderas. Por el contrario, en otras, tradicionalmente las mayores productoras, pende la amenaza de recortes de producciones, cierres o la necesidad de reconvertir sus explotaciones para asegurar su viabilidad.

El sistema de cuotas lácteas suponía que la posibilidad de producir se hallaba en manos de los ganaderos. Y, aunque las industrias, con o sin el actual paquete lácteo y sus exigencias e imposiciones en materia de contratos y precios, han tenido siempre la sartén por el mango, la realidad es que, a efectos de su aprovisionamiento, debían acudir directa o indirectamente a comprar a las zonas donde se hallaban asignadas las cuotas, asumiendo los costes de transporte hasta sus plantas y a los puntos de gran consumo. A efectos del ganadero, la cuota fue durante mucho tiempo un activo de la explotación, en la actualidad reducido a cero.

La eliminación del sistema de cuotas en poder de los ganaderos colocó al sector de la leche como uno más en el conjunto de la industria alimentaria. La capacidad para decidir dónde y cómo contratar han pasado a manos de las industrias en función de sus necesidades en materia de volumen y calidad, costes de transporte, transformación o distribución final. Desde la Administración agraria se puso en marcha en los últimos meses el denominado paquete lácteo por el que se establecían una serie de exigencias en el sistema de contratos entre ganaderos e industriales. La realidad es que, en la leche, como en el resto de los sectores de la actividad agraria, el resultado de esa política exigente de contratos, responderá exclusivamente al poder de negociación que tenga cada parte, los productores y la industria. Si existiera una organización productora fuerte, serían posibles mejores condiciones y todo ello, con el handicap que supone el carácter perecedero de los productos, imposibles de almacenar a largo plazo, si no hubiera un acuerdo.

En el caso concreto de la leche, la eliminación de las cuotas se refleja en al aumento de dos tipos de contratos entre industriales y ganaderos: uno para el volumen de leche estrictamente necesario para esa empresa a un precio medios de mercado y otro, a un precio mucho más bajo, para el resto de la leche que se le ofrezca al industrial.

El nuevo sistema sin cuotas ya dio lugar a cambios en el mapa de la producción de leche España y las modificaciones pueden ser mucho más importantes. En la campaña pasada, sobre una producción de leche con cuota de 6,54 millones de toneladas, casi un 40% correspondía a Galicia, seguida a gran distancia del 13% que suponía Castilla y León, el 10% de Cataluña, un 7% para Andalucía, un 4% para Castilla La Mancha, el 2% para Aragón o el 1% en Madrid.

Bruselas ya contemplaba la posibilidad de que con la eliminación de las cuotas se produjera una deslocalización o desplazamiento de las zonas de producción de leche en función de los intereses de los industriales, con efectos negativos sobre las zonas más desfavorecidas, más alejadas de los puntos de consumo, zonas montañosas con recogidas caras con muchas pequeñas explotaciones, etcétera. Este fenómeno que se preveía, tanto a nivel comunitario, como en cada país, ya se ha comenzado reflejar en España. En los primeros dos meses se ha comenzado a reflejar ese cambio que podría aumentar en el futuro con una reducción de entregas en zonas productoras claves, como Galicia, mientras se registró un incremento en otras más ligadas a las explotaciones intensivas como Castilla y León, Andalucía, Cataluña o Castilla La Mancha donde tenían una situación deficitaria por falta de cuotas.

Con los costes de producción como bandera, no puede ser ninguna sorpresa que, desde la ubicación de sus plantas industriales, los hombres de la cooperativa ganadera Covap, en Córdoba, no apostara por una mayor producción en su zona con sus ganaderos, para atender la demanda de sus mercados, con especial atención a los puntos de Mercadona, grupo del que es proveedor, junto con otras firmas. No puede extrañar que los responsables del grupo Lactalis, con Puleva en Granada, Lauki en Valladolid y queserías en ambas mesetas, no apostaran por un mayor aprovisionamiento desde explotaciones más cercanas en esas zonas paras su recogida, algo que puede suceder igualmente en Cataluña o Aragón.

Frente a la decisión de la industria láctea de contratar la producción de leche allí donde mejor le venga a sus intereses, se plantearían entre otras, dos opciones. Una, la más dura, cerrar por esa falta de interés desde las industrias y por los precios excesivamente bajos que podrían ofertarse por su leche y reconvertir la granja. Dos, apostar por el futuro, ajustar costes de producción e ir además a una leche de calidad diferenciada, un producto integrado, una producción ecológica ligada a la explotación extensiva y diferenciada de las explotaciones intensivas estabuladas. En paralelo a las acciones que puedan adoptar los ganaderos de forma individual, sería indispensable desarrollar en esos territorios una adecuada estructura industrial que aborde la transformación de esa materia prima frente a la política actual que consiste simplemente en dar salida a la leche fresca hacia otros puntos lejanos de la península donde existe una producción deficitaria para su transformación

Este cambio de estrategia en esas zonas hoy tradicionalmente más productoras para comercializar, no solamente leche fresca, sino otros productos con un mayor valor añadido, es un proceso que deberían asumir también las administraciones con recursos que pueden procede de los Planes de Desarrollo Rural e implicando en esos procesos a las industrias que operan en la zona, así como a sus entidades financieras para evitar en cierre de una actividad que supone un pilar para mantener el entramado económico de un medio rural clave en esas zonas.

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