Opinión

Maldita herencia

Se mire por donde se mire, Rajoy ha sido un presidente nefasto para este país; pueden pensar algunos que es esta una afirmación sectaria, carente de toda objetividad. Mas no olvidemos que leen una columna de opinión, y el que la ofrece no esconde sus inclinaciones hacia la izquierda. Por eso me reafirmo en lo dicho. Y sí, las opiniones son siempre subjetivas; pero no lo son sin embargo los datos irrebatibles que se publican por los organismos públicos y que revelan el fiasco de la gestión mariana. Rajoy se erigió en su día en el valedor de las cosas “hechas como Dios manda” (un modo fervoroso de decir nada, pero que coló entre sus incondicionales); su leitmotiv, su obsesión fue el saneamiento de las arcas públicas, pues quejumbroso por la herencia recibida (canto chorou e aínda chora o neno!), ninguna otra cosa podía hacer. Y entonces se puso a recortar gasto superfluo. Ya me entienden, el despilfarro destinado a sanidad, educación, pensiones, dependencia, desempleo, becas, farmacia y sueldos de empleados públicos. Gasto superfluo. Innecesario. Pero las cuentas aún no cuadraban. Y entonces, en contra de lo prometido, empezó a subir impuestos directos e indirectos a las clases bajas y medias (a los de arriba, no; a esos les tenía reservada una maravillosa regularización fiscal). Pidió perdón por traicionar su programa pero, ¡qué podía hacer él! Maldita herencia socialista.

Pero la peña seguía sin trabajo y los pocos que lo conseguían lo hacían por cuatro perras. Y, claro, los ingresos por impuestos no cubrían el gasto, y las cotizaciones a la seguridad social se resentían porque los sueldos eran, y aún son, de verdadera risa; A Rajoy se le desbocaba por ello la deuda pública. Su imagen de buen gestor saltaba por los aires. Por no saber no supo ni garantizar para el futuro el dinero de los mayores, pues empezó a vaciar la hucha de las pensiones para pagar hoy las malditas pagas de los viejos, que tardan tantos años en palmarla. Apesadumbrado, en el Consejo de Ministros Rajoy interpela a los suyos: «Vamos a ver, ¿no me dijisteis que esas medidas iban a sanear las cuentas? ¿Cómo es posible que en el año 2011, cuando les decíamos a todos que España estaba en quiebra, la deuda pública era del 69,5% del PIB, y ahora la hayamos subido hasta el 101% del PIB?». Pero nadie allí se quería mojar. «Bueno, está bien; oye Luis, al menos en Bruselas estarán contentos con nosotros; desde un principio hemos hecho lo que nos pidieron, así que supongo que habremos aprobado con nota, ¿no es así?». De Guindos, con la boca pequeña, contesta que no, Mariano, que nada de eso, que nos van a multar y bien, y que nos van a obligar a recortar otros 8.000 millones por no haber cumplido los objetivos del déficit durante los últimos años. «Dios, qué desastre —se lamenta Mariano—; dadme una buena noticia al menos. ¡Aunque solo sea una!» Montoro, que en el fondo es un cachondo, espeta: «Como Bruselas no nos va a poner la multa hasta después de las elecciones, ¡qué coño, Mariano, tú líate a prometer bajar impuestos. Si coló una vez, no veo por qué no va a colar otra».

Como al sr. Rajoy le gusta hablar de herencias, esta es la que va a dejar al próximo gobierno: una deuda pública que supera el 100% del PIB (para encontrar un dato tan negativo hay que remontarse a principios del siglo XX), la hucha de las pensiones semivacía, un déficit público que no cuadra, una clase media depauperada, unos sueldos de miseria y un trabajo de nula estabilidad. Este es el resultado de su gestión, cuyo «premio» es la obligación de recortar 8.000 millones en gasto en dos años.

Que Rajoy ha sido un presidente nefasto es una mera opinión. Que los datos anteriores son ciertos es la pura y crudísima a realidad. Maldita la herencia de Rajoy.

Te puede interesar