Opinión

Mejor con la boca cerrada

Supongo que se acuerdan de la frase que el ex rey Juan Carlos (o rey honorífico, o rey en la sombra, o rey padre, que ya no sabe uno cómo llamarlo) espetó a Hugo Chávez en una Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado, cuando el mandatario venezolano profirió insultos al ex presidente español Aznar. “¿Por qué no te callas, animalciño?”, le dijo; bueno, lo de animalciño no lo dijo, esto es cosecha propia, pero no me dirán que no sonó en nuestros oídos algo parecido. Ese por qué no te callas parece que queda cojo si no se apuntilla con el apelativo rotundo. Como si dijéramos por estas tierras “por qué non calas, becerro do carallo”. O algo similar. Y cierto que cuando explotamos y tenemos que llamar al orden de esa guisa a alguien, es porque ya nos ha hinchado las narices, y aquél está más guapo calladito. Así que es mejor no abrir la boca si solo es para decir sandeces.

Dicho esto, no sé si es exacto calificarlas de sandeces, pero a uno le entran ganas de soltar el exabrupto (por qué no te callas), cuando escucha a algún notable sentar cátedra sobre algún asunto de actualidad, porque de repente, como si de un efecto boomerang se tratara, esa frase produce el efecto contrario al que pretendía y se vuelve en nuestra contra. Eso pasa por no respetar el sabio refranero español, que sentencia que no se debe nombrar la soga en la casa del ahorcado. Pues es verdad que, por ejemplo, ya nos habían vendido que la recuperación económica era un hecho, que Europa caminaba firme y España era el espejo milagroso en el que se miraban el resto de potencias de la zona; y sin embargo, ¡Oh, Dios!, Italia vuelve a la recesión, se produce el temido efecto contagio, Europa no va a crecer lo previsto, las bolsas pierden en un día lo ganado en semanas, (pobres brokers), los riesgos de estancamiento (de hundimiento en el fango) son aún muy visibles, y la troika prepara nuevas recetas. ¿En qué quedamos? Pero, ¿por qué no te callas, pájaro de mal agüero, gafe donde los haya? Y hablando de contagio, después de la desastrosa (opinión personal e intransferible) gestión del asunto del misionero enfermo de ébola en Liberia (la monja compañera de desgracia allí murió, que no es lo mismo nacer en España que en el Congo), y de haber desmantelado todo un hospital - para desgracia de los enfermos ingresados y de sus pobre familias -, para ubicar allí al enfermo repatriado, se nos asegura (no por Ana Mato, que aún no ha dicho ni mu) que la cosa está controlada que te pasas, y que todos tranquilos y a disfrutar del verano. Y dicho esto, en Europa se echan las manos a la cabeza y se preguntan qué carajo hemos hecho los españoles importando un virus mortal, y la Organización Mundial de la Salud acaba de anunciar que la epidemia de ébola es una "urgencia de salud pública de interés internacional” y que estamos ante un "evento extraordinario desde el punto de vista de salud pública”. Pero, ¿por qué no te callas, rediós?, ¿No quedamos en que no había peligro alguno?

Pero el colmo fue cuando leí el otro día unas declaraciones de nuestro presidente Rajoy desde su retiro vacacional: “Quiero comerme unos xurelos y unas xoubas...”. Y a mí que me encantan ambos y que estoy a punto de comenzar mi merecido descanso, en el que no perdono unas buenas raciones de estos productos siempre que voy de tapeo, de repente pensé en lo trágico que sería para los gallegos que una toxina mutante (como esa que ataca al inigualable mexillón da ría) se ensañara con estos peixes. Por eso, nada más leer estas palabras, en un ataque de ira irracional, pensé “por qué no te callas”: pero bueno, espero vencer el miedo y no privarme de esta manjar de nuestro mar. 

Nos vemos de nuevo, si ustedes quieren, en Septiembre. Salud.

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