Opinión

Respuestas esquivas

Cuando uno responde durante un interrogatorio 223 veces “no sé”, tiene que obedecer a una de estas tres clases de razones: primera, que realmente le estén preguntando por algo absolutamente desconocido, y por eso, por mucho que se insista en ello por parte de quien pregunta, éste siempre va a obtener la misma respuesta, pues es materia ajena al propio conocimiento del interpelado.

Es como si a este menda le preguntasen todas esas veces sobre física cuántica. No sé, no sé y no sé. La segunda razón para tal respuesta (“no sé”) puede estribar en que uno sea lelo, idiota (que padece idiocia), o tenga una merma en sus capacidades volitivas y/o cognitivas de tal calibre, que aun ante las preguntas más nimias o básicas, no se le oirá otra cosa que ese maldito “no sé”. Ante lo cual poco o nada se puede hacer, pues hasta la fecha los olmos siguen sin dar peras. Y finalmente la tercera razón que puede justificar esas evasivas entra ya de lleno en la maledicencia o en la picaresca. Ese “no sé” dice algo más; dice “no te voy a contar nada aunque lo sepa, así que deja de darme el coñazo, capullo, que ni de coña te voy a decir la verdad”. Y es que lo sabe, claro que lo sabe, pero se niega a morir por la boca como suele hacerlo el pez, so pena de confesar sin quererlo la autoría de un crimen o de un desliz. Es posible que a estas evasivas conscientes le podamos dar la categoría de respuestas afirmativas, pues a veces el que calla otorga muchísimo.

Pero es verdad también que a veces se usa el “no lo sé”, en lugar del “no sé”. La utilización del pronombre lo tiene otras connotaciones: es como si se dijese “eso en concreto sobre lo que usted me pregunta lo desconozco, créame, pero ¡vaya!, no soy tonto, ¿eh?, no es que quiera eludir el tema ni que le esté dando largas; es que justo ahora, se lo juro por la devoción que le tengo a mi amorcito, no puedo contestar a estas preguntas, pues me he quedado así, como si dijéramos in albis”. No lo sé, es igual a afirmar que se desconoce, precisamente, solo aquello sobre lo que se le pregunta, pero no el resto. Mala pata, pues, el haber preguntado justo sobre lo ignorado. Aunque se haya respondido eso nada menos que 189 veces durante un interrogatorio.

Sin embargo, la respuesta esquiva que tiene más miga en un interrogatorio es la de “no recuerdo”, o “no lo recuerdo”. Aquí hemos de soslayar la tenue diferencia entre usar o no el pronombre lo, pues a efectos prácticos casi da lo mismo. Imaginen algo como “no lo recuerdo, señor juez, le digo la verdad; por más que intento hacer memoria, no me acuerdo, y es que ya ha pasado tiempo y...no es que no lo sepa...o sea que ni lo sé ni lo dejo de saber...jolín con la preguntita...¡Nada!, mi respuesta final es que no me acuerdo".

Y así, hasta 82 veces no pudo la susodicha acordarse de nada sobre lo que se le preguntaba. Memoria (o desmemoria) muy selectiva.

223 veces dijo “no sé”; 189 veces dijo “no lo sé”; 82 veces dijo “no lo recuerdo” o “no recuerdo”; 58 veces contestó “lo desconozco”, 9 veces usó la expresión “no lo sabía”; 7, la frase “no me consta”, y 1, la de que “no tenía conocimiento”. Sumen, sumen, y les dará la nada desdeñable cifra de 569 ocasiones en las que la infanta Cristina contestó de tal guisa al juez Castro, por su ignorancia o amnesia, real o fingida. Si es real, ¿qué narices hace en su trabajo, y ostentando aún sus derechos dinásticos? Y si es fingida, ¡coño!, ¿qué narices hace en su trabajo, y ostentando aún sus derechos dinásticos? Pues si lo primero incapacita por falta de aptitud, lo segundo denota falta de actitud decente para seguir donde ella sigue.

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