Opinión

Rita la olvidada

Qué tendrá la ex alcaldesa que así de triste se nos presenta? Triste y a la vez tan recatada, huidiza, tan penosamente escondida tras los cortinones de su noble casa. La otrora dicharachera y altiva regidora, la pregonera del “caloret”, la acalorada de risa floja y burlona, la jefa del cotarro al mando del bastón caciquil; la misma que se paseaba por los vestíbulos de hoteles de lujo con su Louis Vuitton de bandolera a costa del parné de sus convecinos, porque eso era y debe de ser aún lo habitual, ahora se nos muestra en cambio derrotada, aislada en su mansión, ofuscada por la expectación creada por una práctica que de siempre fue tan natural: ya sabes nuestro precio a cambio de esa adjudicación; y sabes de mis preferencias, cómo me gusta el sol, los viajes, los hoteles de cinco estrellas, los bolsos caros y la parranda. Y no olvides que me encanta ver a los míos contentos, participando del pastel como se merecen; me gusta saber que a mi alrededor todos están felices y nadie rechista. Todo tiene un precio. Tú sigue así, que nunca te faltará la contrata pública. ¡Ah!, y lo del partido, ya sabes, por el cauce habitual, que vienen elecciones y los gastos se disparan. ¡Qué bien se vive en Valencia!

¡Quién te ha visto y quién te ve, querida ex alcaldesa! De repente todo a tu alrededor parece que se desmorona; tus concejales, tus subordinados, tus asesores en el ayuntamiento, tus compañeros de partido..., todos ellos imputados (investigados), sospechosos de corruptos. ¡Y tú sin enterarte de nada! ¡Con lo que tú hiciste por todos ellos en tu reino de taifas! Así te lo pagan. Te han estado ocultando esas mordidas y chanchullos durante 24 años, que se dice pronto. Un cuarto de siglo de alcaldesa, presumiendo de gestión seria y eficiente, y ahora todo se va al garete. Te obligan a caminar casi a hurtadillas entre los rincones de tu adorada Valencia, de la que aún hoy te sientes la jefa. De la que solo una buena “hostia”, así dijiste, te descabalgó en mayo del pasado año. Te obligaron a retirarte al Senado, quizás para evitar los futuros excesos de una detención injusta. Los excesos de un sistema que se llevó por delante a otros ilustres barones que tú tan bien conoces, víctimas también de una moderna caza de brujas orquestada por oscuros resortes estatales. Cómo, si no, calificar el cruel hostigamiento al que fueron sometidos Carlos Fabra y Francisco Camps en su día, y ahora tú. Una terna inigualable. El triunvirato que llevó a la comunidad valenciana a cotas inigualables de..., el futuro lo dirá. Y de paso les asegurabais a los de allá mayorías absolutas en las Cortes.

¡Ay, Rita!, tu bagaje es demasiado importante como para que ahora te tengas que esconder detrás de unas cortinas, presa del pánico a los flashes. Tú, que lucías esplendorosa tu pelo cardado, tus perlas al cuello y tu verborrea tronchante delante de cámaras y palmeros. ¿Rehúyes ahora la notoriedad? No, mujer, sal a la calle y diles a todos que si Valencia es lo que es hoy en día, se lo debe todo a ti.

Y es que eras inconmensurable, querida Rita. Alguien dijo de ti en un mitin, hace apenas unos meses: “Rita eres la mejor”. Y el público enloquecía. ¿De verdad has cambiado tanto en tan poco tiempo? Yo no lo creo, querida senadora. Tú has sido y serás siempre la misma. Son otros los que han cambiado. Los que antes te ensalzaban hoy te eluden. Ni siquiera mencionan tu nombre. “Esa persona de la que usted me habla...”, dicen. Pero no pierdas la esperanza. Quizás un día de estos recibas un SMS pidiéndote que seas fuerte, que resistas este ataque infundado. Y es que ellos te quieren, Rita, ¡coño!, te quieren. Aunque a veces no te lo demuestren en demasía.

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