Opinión

A vueltas con Grecia

En alguna ocasión me quejé, aunque con la boca pequeña, del arduo trabajo que implica cada semana escoger un tema para esta columna que la haga medianamente atractiva. No es que la vida en sí sea monótona y aburrida; más bien al revés, son los recodos íntimos de nuestros sentimientos los que traducen los hechos y situaciones cotidianas en impresiones de amor, de ternura, de placer, de dolor, de furia, de alegría.., y todo ello es lo que hace de la vida misma un regalo. Claro que esa esfera tan personal y arrebatada rara vez puede ser el hilo conductor de un artículo de opinión, pues es más fuerte la necesidad que tiene uno de preservar de modo íntimo el pequeño caudal de sensaciones que guarda dentro de sí. Y cuando en alguna ocasión estas palabas atravesaron esa barrera, era más el corazón que la cabeza el que guiaba los dedos a través del teclado del ordenador, casi de modo traicionero.

Pensando, por tanto, de qué hablar, me acuerdo del gran Gila y de su humor tierno e inteligente. Y me acuerdo especialmente de cuando narraba un Tour por Europa en el que, en once días, visitaban en autobús diecinueve países. Les cuento lo que decía este genio cuando hablaba de su visita a Grecia: “A mí, Grecia, ¿qué quieren que les diga?, es un país que sí, que está, pero ¡cómo está! Todo roto, todo tirado por el suelo, viejo, del año del pedo... Todas las estatuas rotas, a una le falta la cabeza, a otra un brazo, a otra una pierna... ¡Coño, que hagan una con todas!”. Sublime. Si les cuento esto es porque el nuevo decidor del PP debió de pasar por una experiencia semejante a la de Gila, pues recientemente dijo que en ese país se había desatado “una ola de atracos y violencia inusitada”. Quizás visitó la Acrópolis griega y pensó que aquellas ruinas eran el efecto devastador del sitio de la ciudad por los podemitas griegos, al modo de una nueva toma de la Bastilla, pero en plan albanokosovar. O algo así. El caso es que al nuevo responsable de comunicación del PP le han dado por todos los lados y ha sido objeto de burla en las redes sociales hasta decir basta. Lo cual es tremendamente injusto, pues una coa es no tener el gracejo de Gila, y otra ensañarse inclemente con quien apenas se está forjando en el noble arte de la invención.

Hablando de Grecia, ¿hay alguien que no esté hoy al tanto de lo que acontece en ese lugar? Quien más quien menos sabe que ese país tiene una deuda pública astronómica, con un porcentaje sobre su PIB insostenible. Hombre, tampoco vamos a ir al detalle de saber la cifra exacta de ambas variables. Para eso están los gerifaltes que se sientan en Bruselas para decidir qué hacer con este desgraciado país. Por eso me pasma que nuestro presidente patine de modo tan supino las veces que sale a la palestra, y que parezca desconocer que los españoles debemos (euro arriba o abajo) setecientos mil millones de euros más que los griegos. Pero no pasa nada, presi, usted a lo suyo, que entre Moragas, Arriola y Casado la victoria es suya, sin duda alguna.

Y ya para rematar, vuelvo al país heleno: está bien y es loable el desvelo de nuestro presidente por asegurar que los 26.000 millones que nos deben los griegos podamos algún día cobrarlos. Pero estaría mucho mejor que también guardasen ese mismo celo para recuperar lo que todos prestamos a los bancos para paliar su desastre y latrocinio. Y sin embargo nuestro gobierno da por perdidos los 12.000 millones de euros que el FROB inyectó en el rescate de Catalunya Banc. Casi la mitad de lo que España ha prestado a Grecia. Da asco. Pero que nadie se alarme: aquí, en contra de lo que ha ocurrido en Grecia, no habrá una ola de atracos ni de violencia. Les juro que, pese al cabreo del respetable, el teatro de Mérida ya estaba roto antes de empezar este desastre. O no.

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