Opinión

Lazcano, figuración y abstración

Juan Manuel Lazcano (1947) es un pintor abstracto gallego. Está exponiendo, feliz, recién jubilado en el Museo Municipal. En sus dos plantas, desarrolla una idea, añadiendo a la baja, además, una addenda en la pequeña sala roja desde una obra de Goya sobre la que ha reflexionado con insistencia en los últimos años: ‘Átropos’, de la Quinta del Sordo (1820-1823), símbolo greco-latino del final de la vida (pues corta su hilo), a la que acompañan las otras compañeras que conforman el grupo de Las Parcas, como se conoce a esta obra desde 1867. Contemplarlas son una experiencia trascendente que podemos aplicar, a nuestro entorno, en el que nacen. Con anterioridad las ha llevado a Bruselas y la Casa de Galicia, ambas con el escultor Luis Estévez, amigo y convecino de San Lourenzo de Piñor. Hay en ellas ritmos sinestésicos, que emanan del flujo mental del artista, rodeado de música clásica y el jazz de Parker y Monk. Son miradas (‘mireite’!, dicen en la costa) que llama ‘duras’, idea temática con obras en formato de tríptico y la forma icónica de la cruz, con un crucificado en ella.

Sus tres cruces, Stábat mater, y Réquiem, son lo más interesante de la muestra. Leyendo al renacentista modo, en el espacio, vemos el alter ego, al otro lado de la sala: ‘Os que se foron’, en cuatro paneles, memoria histórica luctuosa, con el Tres de Mayo de Goya en la inspiración. Las obras de arriba -así lo quiere- son ‘Miradas blandas‘, mas siendo el cosmos expresionista él mismo ello no es más que una forma de llamar a su historia pictórica, una indulgencia desde el tiempo transcurrido, con temática más amable.


Sociología y arte

Desde su Pontevedra natal, desde ámbitos políticos, atracó aquí, para asentar su vida desde la sociología y el arte. Desde el Atlántico, América, … y Leopoldo Nóvoa. Así “Hemisferios”, en el Centro Cultural en 2007, de la que proceden obras que vuelve a mostrar. Se sintió entonces al comienzo de sus sesenta, con la fuerza necesaria para bajar al valle con su mundo plástico, que apenas había pisado (pub Studio 34, Visol). Todo eran colectivas, y exposiciones fuera, en el Obradoiro de Tamallancos, en Monforte o Ribadavia (pero también en Vilagarcía y Coimbra, dónde comienza en 1992). La pintura, retomada casi como ‘terapia ocupacional’, según sus palabras, que latía en su entorno desde la infancia familiar, se fue haciendo cada vez más indispensable. El longevo Nóvoa (1919-2012), maestro del espacio conceptual, dijo de él que le gusta extraer la esencia de la inmediatez visible, un magisterio desde su taller de Armenteira. Como él trabaja en cartón y paspartú, con acrílicos y cenizas, aunque también utilice el óleo. ‘Fin de fiesta’, con tubos de óleo pegados en el soporte, refleja un punto y aparte, siendo el final de la fase los trípticos de las cruces. La nueva emerge desde ‘Nocturno’: pintura a fines de la época posmoderna que, en parte, lo es (como Honfleur…).

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