Opinión

El logro de Fr. Benito J. Feijóo

L a conmemoración del fallecimiento de Fray Benito J. Feijoo Montenegro, hace 250 años, no está pasando desapercibida. El preeminente monje de la congregación monástica benedictina, cuya patria era Ourense, como recordó él mismo en alguno de sus escritos, murió en Oviedo, el 26 de octubre de 1764, a comienzos del reinado del rey de la Casa Borbón Carlos III. Desde el pasado verano, La Región y Telemiño incluyen en sus cabeceras una imagen que lo visibiliza, ofreciendo desde el ‘logo’ una idea que se asocia, desde hace dos siglos y medio, en libros y manuales al uso, como un lugar común, a la luz de la razón que brilla, haciendo que la oscuridad y superstición se batan en retirada, y desaparezcan... 

Las páginas del diario están acogiendo con profusión la propuesta desde el pasado mes de julio, presentándose entonces a la ciudadanía el elemento iconográfico identificativo, realizado por Baldomero Moreiras. El artista se inspiró en el monumento dedicado al monje ourensano en 1887. Los perfiles de la gran estatua de bronce, que realizó entonces Soler i Dalmau, sirvieron para que el celanovés realizara la imagen de marca de este proyecto cultural. En su alto taller de Santa Baia de Golpellás, convecino a los cielos, Baldomero maduró la idea trabajando con su técnica del recorte, desde la que está creando su imaginario plástico. Hombre de raíz, extrae asimismo desde las fuentes y raíces históricas la esencia sin renunciar a su estilo, que lo identifica y define desde hace unos años.

Sin árboles ni casas que lo oculten, el artista nos hace levantar la vista de la imagen del monje-escritor, con hábito negro y libro. Más es la pluma, sobredimensionada, la que destaca. 

De cisne eran las mejores, de ganso las habituales. Voluntad, y tener algo que decir, base para la laboriosa y costosa tarea desde la idea al papel, a través de la mano, hasta convertirse en libro. En el caso del escritor benedictino ourensano fueron muchos, en una cantidad desusada en las ediciones, lo que prueba su interés, desde las instituciones y lectores. El fondo naranja del logo, pone el punto de contraste. Así destacada, se ha podido ver recientemente la escultura en algunas fotos decimonónicas en este diario.

La estatua del padre Feijóo, obra finisecular de carácter público al uso como tantas entonces, tuvo desde el comienzo polémica por la concesión del proyecto a artistas no gallegos (y además extranjeros). 

Luego de la reapertura del concurso de ideas, al que se presentó Isidro Brocos, será encargada a un barcelonés, siendo fundida por el belga Alexandre Wohlguemuth. El pedestal fue del ex arquitecto de la provincia Daniel Zabala, quien tampoco era gallego.

El monumento civil, que vio la luz por el empeño de un ourensano adoptivo como Manuel Pereiro Rey, es la expresión viva de lo que cuenta el sabio ilustrado nacido en Casdemiro, aunque vivió en las tierras de Allariz, dónde lo oiría: ‘hum exempriño acrara muito a vista’. Esta ‘bella alocución metafórica’, como refiere en sus Cartas eruditas y curiosas, se hace visible desde su consciente elección desde los media por excelencia ourensanos.

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