Opinión

150 años

Tú verás, pero yo sigo pensando en llegar a los 150 años”, respondió Minina al saber que a su hermano le había dejado de seducir la competición por la longevidad familiar. La cifra la había impuesto el padre poco antes de diñarla a los 82 años con la cabeza en hora y una tarde de padecimiento hospitalario. “Una persona tendría que vivir 150 años para que le diese tiempo a finalizar todos sus planes”, decía al sentir que se le estaba escapando la vida por desgaste. Le sobrevivió su mujer, pero a los 91 años ya no se acuerda de que estuvo casada ni de que tuvo hijos.

Alcanzar los 107 años danzando como la ourensana Esperanza Cortiñas parece un prodigio poco habitual, aunque en la “terra da chispa” resulta menos raro que en otras partes. Contó Miguel Cao en este periódico el 3 de diciembre, como una suerte de regalo de cumpleaños, que Esperanza acude todos las semanas a bailar con su hija y unos amigos, los viernes al Centro Cívico da Ponte y los domingos al Centro Sociocomunitario de Ourense de la calle Concejo. La imagen de Esperanza y su hija María del Carmen que ilustraba el reportaje certifica que los coquetos viven más, como se sostiene desde hace mucho tiempo en esta columna.

En Vimianzo, llave de la Costa da Morte, está el caso de Paco, más currante que coqueto, que a los 97 años continúa pilotando el tractor y rozando el monte sin miedo a que lo visite la parca donde nadie podría socorrerlo. El camión de leña para pasar el invierno lo picó él porque decía que estaba dura y tenía demasiados nudos como para confiarle la tarea a un operario, aunque fuese un rapaz. Su primera visita al médico podría ser la última, pero sus hazañas se comentan como irrepetibles.

Como Minina persiste en la intención de celebrar los 150 años con un fiestón le convendría cambiar A Coruña por Ourense. Sergio Conde escribió el día del aniversario de Esperanza que a 1 de octubre el INE contabilizaba a 361 personas con 100 o más años, pero otras 200 con 99 aspiraban a añadir otro dígito a su edad. En Ourense, “donde todo se eterniza”, lema acuñado por Antonio Nespereira, hay una decena de “supercentenarios”, como denominan a los que llegan a 105 años. Si alguien llega a celebrar 150, será con licor café. 

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