Opinión

17.245

17.245. No es el número del gordo de la lotería, sino de una apuesta perdida o ganadora, según quiera contemplarla. En un año esta tierra de aristas y de artistas cuenta 17.245 personas menos en doce meses según el Instituto Nacional de Estadística. Menos a repartir, más a trincar cacho, podrían pensar. Menos es menos y no más, excepto para el presidente Feijóo, que consiguió con peores resultados económicos una mayoría absoluta más amplia. Le va bien a él y a su nómina de asesores nombrados a dedo que sobreviven en el puesto, pero el resto de la peña ve como pierde clientela sin haber hecho nada para merecerlo.

Algún día este trozo de historia se estudiará en las universidades con la misma pasión que se intenta desmenuzar Inditex para al final descubrir el mecanismo del sonajero. Si hay tienda abierta y clientela pasando por delante puedo vender algo, sino no hay manera como no moje en otra parte.

Dicen que 12.000 de esas almas perdidas no eran de estos pagos, sino extranjeros, como si no comiesen y vistiesen aquí. Y a una gran mayoría de los 5.000 que faltan nos hemos gastado 100.000 euros en formarlos. Pero no pasa nada porque siempre habrá un mexicano que llegue con una buena promesa para sobrevivir a un telediario que cuenta noticias aterradoras del país inversor. Feijóo gobierna y es responsable de su parcela, pero no de una oposición incapaz de ofrecer una alternativa que ilusione al personal e intranquilice al que está al mando.

Galicia, como el resto del Estado, se va de municipales en mayo. Y mucha gente no sabe a quién votar porque tan malo parece el que está como el que quiere llegar. La marea que se lo iba a llevar todo con un proyecto en común como la canción de Extremoduro llega mansa a las municipales.

Pasarán los comicios locales, después las elecciones generales y más tarde las autonómicas. Y gobernará el que consiga más votos aunque con menos gente sin que nadie sea capaz de asumir un fracaso que es colectivo.

Ningún presidente de la Xunta pedirá perdón por haber palmado población durante su mandato, pero es mejor tener una multitud de críticos pobres al lado que un ramillete de palmeros ricos. Si hablamos de futuro, claro.

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