Opinión

Abel Caballero acapara el foco

Un penalista vigués con el espanto cauterizado telefoneó ayer para preguntar si había visto el lunes a Abel Caballero en “El hormiguero”. El temple desbocado de un letrado acostumbrado a bregar con asuntos difíciles de masticar sugirió que “Amado líder”, según le recuerda al alcalde de Vigo la etiqueta de una botella de vino que le regaló un admirador, había firmado una actuación a la altura del personaje que lleva años alumbrando.

La impresión patinó como los últimos candidatos del PP a la Alcaldía de Vigo: “Tienes que verlo, ha estado brillante. Se comporta como un payaso cuando quiere hacer el payaso, pero incluso puso a Carlos Latre –su imitador– en el sitio. Habló en inglés, vendió Vigo, la Navidad y todo lo que quiso, como aprovechar el viaje para zurrar a Feijóo. Está embalado, pero lo que más me sorprende es que ha conseguido ser empático y eso lo aprendió cuando quiso ser decano de Económicas en Santiago. En su lista lo acompañaban Miguel Cancio y Emilio Pérez Touriño, los tres venían del PCG, pero acabó perdiendo contra Beiras porque Abel no mostraba empatía con los alumnos, era un estirado”.

Poco después fue nombrado por Felipe González ministro de Transportes, Comunicaciones y Turismo, cargó que ocupó desde 1985 a 1988. Si el ascenso chocó en El Pereira –bar donde paraban los antiguos militantes del PC y organizaban el reparto de octavillas sin que se coscase el tabernero– por la aspereza del patrocinado, según comenta el letrado, que Abel Caballero haya tenido un pasado antipático parece ahora una noticia falsa. El también presidente de la FEMP cruza la acera para dar la mano cuando alguien le sostiene cinco segundos la mirada o se ofrece a entregar por sorpresa un regalo de cumpleaños en un restaurante sin conocer a los invitados ni a la agasajada.
Ante la efusividad de la recomendación por la actuación no quedó otra que rebobinar. “Basta que esté Caballero para que cambie”, comentó más tarde un colega que había llamado por otro asunto al escuchar la voz de fondo. Caballero contaba que en 14 años no se ha cogido un día de vacaciones y que su mujer, Cristina, anota en una libreta lo que le van pidiendo los vigueses por la calle. Lo vieron 2,5 millones de espectadores y no desaprovechó el foco.

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