Opinión

Un amigo

Con la vida hay reveses, faenas, puñetas y reviraganchos. Pueden buscar la definición de reviragancho en el diccionario de la Real Academia Galega. Les dirá que es un "trazo de forma caprichosa escrito a man" como los que utilizamos para firmar documentos. En la Costa da Morte un 'reviraghancho' es una 'reviravolta e media' como bien dijo una vez un jugador del Camariñas que tenía una mano atrofiada y mucho talento en la zurda.
Pues hay días en los que te despiertas sin el móvil de 800 pavitos, como se dice ahora, y sin las llaves del coche, sin necesidad de haberte pillado el colocón del siglo aunque tu contraria piense que no estás contando toda la verdad. Sencillamente no están, no aparecen y es un faenón de un tamaño gigantesco porque en ese momento te das cuenta de que sí estás incomunicado. Nadie te puede llamar y el coche que está aparcado en tu plaza de garaje es un utensilio inútil porque no lo puedes arrancar. 


El tío Manolo, que se marchó para Buenos Aires con todas las ganas de triunfar y hambre de años acumulado, cada vez que tenía que hacer un pago con el que no contaba le decía a su mujer: "Hoy voy a comprobar cuántos amigos tengo". Realizaba las visitas pidiendo panoja para poder afrontar la cuenta y, como era pagador, se percataba de los que de verdad lo querían. La anécdota familiar siempre fue muy comentada porque tenía su aquel. 
Pues este chófer de anécdotas, después de palmar el móvil de 800 pavitos y por segunda vez las llaves del coche, ayer cumplió con el curro deplazándose en autobús urbano y en tren hasta Santiago. Se puede vivir sin móvil y sin coche, es cierto. Es más, casi tendría que ser obligatorio pasar unos días sin estas dos herramientas. Pero lo que más sorprendió fue, cuando de regreso y ya con un delicioso Ribeiro desafiando en la barra del desnucadero preferido, un par de colegas, entre los que estaba Jorge Borrazás, llevó la mano a la cartera y preguntó: "¿Cuánto dinero necesitas?".
No era cuestión de dinero, sino de saber que si de verdad tienes un problema hay tipos que están dispuestos a partirse la cara por ti. Y aunque no se lo crean, este país de verdad merece la pena porque siempre hay gente dispuesta a echarte una mano como Jorge. 

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