Opinión

Año nuevo, gente buena

El año que acaba este noche ha sido mejor de lo que se pueda pensar en caliente o después de hacer el recuento de cadáveres. Ha sido una masacre generacional con cifras de guerra. A estas alturas de la pandemia quedan pocos hogares que no hayan sufrido dolor y vacío por una pérdida, pero también podemos sentirnos orgullosos porque en una sociedad que se daba por consumida hay corazón para tapar la pena más grande. 

En un mundo en el que se retransmite en directo hasta la caída de una hoja por el uso corriente de potentes móviles con cámaras impensables hace un par de décadas, resulta comprensible que los respectivos gobiernos se apuntasen al "minuto y resultado" del inicio de la vacunación para enseñar a ancianos y a trabajadores de las residencias protagonizando un hito científico. Podría parecer una mala idea si la intención es la de concienciar al personal receloso porque a los mayores que ya han recibido la vacuna les puede gripar el motor a los pocos días por una patología que nada tenga que ver con el covid-19 pero sí con otra tan contundente como la edad. Hasta sería disculpable que alguien protestase por la decisión de comenzar a inmunizar por el sector de la población con menos esperanza de vida. Si se tratase de rentabilidad, sería un mal negocio. Anteayer murieron en Galicia siete personas diagnosticadas por coronavirus, según el parte facilitado por la Xunta: "muller de 93 anos, muller de 94, muller de 76, home de 75, muller de 89, home de 76, home de 84. Todos eles presentaban patoloxías previas". Pero nadie se quejó por la decisión compartida en la UE de proteger primero a los más débiles y a los que los cuidan o al menos no chirrió en el radar de este chófer de anécdotas. 

El respeto generacional afianza la creencia de que la especie humana tiene un futuro prometedor. La compasión se ha impuesto al egoísmo, excepto en casos aislados y cacareados en exceso si se quiere transmitir una imagen real de lo que sucede. El confinamiento ejemplar y el cierre de sectores productivos han hecho que aumentase la desigualdad, pero también se ha disparado la generosidad. Los buenos sentimientos afloran con las calamidades. Esta noche se despide un año y se saluda al siguiente, la gente buena sigue ahí.  

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