Opinión

En clase con manta

Unas mocitas de unos 14 años caminan delante quejándose del frío que han pasado en el instituto. "Hay días que ponen la calefacción y otros no", comenta resuelta una de ellas. Es inevitable poner la oreja. "Hoy la han encendido bajita durante el primer recreo y después la han apagado, pero siempre nos pasamos la mañana con el abrigo puesto porque no aguantamos", insiste. "Las profes nos dicen que nos quejemos al director, pero no se nos ocurre hacerlo", añade otra. El que quiera calentarse que vaya a buscar leña. 

No es un estudio contaminado. Los directores tienen que hacer de capataces para no malgastar una gota en calefacción. El frío evoca tiempos de miseria. Doña Generosa enseñó a leer, escribir y a caminar en línea recta por la vida a una cincuentena de alumnos de todas las edades en una escuela unitaria con riachuelo en el centro. Era indispensable calzar zuecos para seguir un día más vivo después de las lecciones y las oraciones. La lareira permanecía prendida toda la mañana pero sólo entrabas en calor cuando te tocaba salir a la pizarra y no llevabas la lección arreglada. Esto sucedía hace cuarenta años en el rural gallego. Cuando se concentró a los rapaces en modernos colegios creímos que éramos una generación bisagra, testigos de algo que no se volvería a repetir. Pocos castigos, muchos maestros, la zamarra en el perchero y las oraciones en clase de Religión. 

"Los fulares los usamos de mantas. Al principio las profesoras nos obligaban a quitárnoslos pero ahora ya no nos dicen nada. Incluso nos animan a que vayamos a protestar con las mantas al director", siguen comentando. Encogido es difícil concentrarse. Se redacta normativa para que los chavales no se despisten con los teléfonos móviles y los tenemos en clase pasando frío. 

Minutos después, la televisión enseña a Fernández Castiñeiras, su señora y su hijo sentados en el banquillo de los acusados por el robo del Códice. Encogidos, con las manos entrelazadas en actitud orante y sumisa como si encadenasen rosarios. Gayoso y la cúpula de NCG también tendrán que sentarse en la Audiencia Nacional. Será distinto. No es difícil imaginarse al electricista de la Catedral en la escuela. A él también le gustaba echar cuentas.

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