El instructor del curso de recuperación de los puntos del carné de conducir contó un viejo y flojo chiste para ganarse a los baqueteados pilotos. "Una patrulla de Tráfico interceptó a un conductor tras seguirlo durante 50 kilómetros para entregarle un premio de 1.000 euros por no haber cometido infracción alguna en una carretera peligrosa. Cuando le preguntaron qué iba a hacer con las pasta, éste respondió: 'Pues me vendrá muy bien el dinero para sacarme el carné'. Ante el careto de pasmo de los agentes, la mujer intentó corregir la metedura de pata: 'No le hagan caso a mi marido, que hoy va borracho'. Los beneméritos se hacían cruces por lo que acaban de escuchar, pero la abuela se asomó desde el asiento trasero para rematar la faena: 'Ya sabía yo que con un coche robado no llegaríamos muy lejos".
Los 15 penitentes que asistían a la clase forzaron la carcajada para agradar al hombre que iba a decidir sobre su permiso de circulación, pero en el descanso comentaron que el chiste era tan viejo como malo. Y a estas alturas de la columna podrá pensar que este chófer de anécdotas tiene más morro que el protagonista del chiste por ventilarse medio artículo sin pasar por la torpeza política que está engordando el anticatalanismo y el antiespañolismo, como puede haber sugerido el titular, pero el chascarrillo viene a cuento porque cuando una noticia supera el esperpento merece ser convenientemente glosada antes de que caduque. El problema catalán no tiene fecha.
Leyendo que un kamikaze casi mata a otro conductor en el Puente de Rande y que en A Coruña un fulano se cepilló al novio de su ex en el Paseo Marítimo pasándole el coche por encima, el buscador aparcó en Pontevedra, la ciudad peatonal. Resulta que la policía detuvo el lunes en la calle Perfecto Feijóo a un mozo de 26 años por conducir una moto robada en sentido contrario, borracho y sin carné. Cuatro delitos en una recta, tres contra la seguridad viaria y uno por hurto. Lo de la independencia de Cataluña también parecía un chiste y acabó en el talego.
