Opinión

El político callado

Hasta que la política cayó en el embeleco de las redes sociales los representantes públicos no necesitaban estar sumergidos para mantener la boca cerrada. Con independencia de la responsabilidad. Concejal, conselleiro, ministro o diputado hablaban cuando les tocaba por agenda pública y de la parcela que dominaban o intentaban controlar. El escaqueo al asomar un periodista sin haber anunciado visita era habitual para no ser cazado en un renuncio, salvo sonoras excepciones como Jaime Pita en Galicia. El portavoz del PPdeG  en la etapa de Manuel Fraga en la Xunta nunca mostró contención a la hora de responder por él y por sus compañeros del asunto que le pusiesen delante. La oposición le colgó el apodo de “contestador automático” e incluso el aludido consideró acertado el mote.

Concejal, conselleiro, ministro o diputado hablaban cuando les tocaba por agenda pública y de la parcela que dominaban o intentaban controlar.

Mariano Rajoy practicó con maestría la técnica de no mojarse más de lo necesario. Tras los “hilillos de plastilina en estiramiento vertical” del ‘Prestige’ prefirió los palos por refugiarse detrás del plasma a hablar de más o quedar de plasta. “Lo que he podido hacer lo he hecho y lo que no, pues no lo he hecho, y qué se le va a hacer, oiga”. Recibió aplausos por este razonamiento elemental. Pero sus discípulos en el PP no dominan marianés o pierden el flequillo por situarse en el patio público.

También sucede en el resto de formaciones del panorama político sin excepción, pero el artículo de hoy versa sobre el resbalón de dos de las principales figuras del PP, una con opciones de suceder a Alberto Núñez Feijóo en el futuro.

Almeida le pidió a Aemet que “afine en sus pronósticos” para no dañar “la credibilidad de las instituciones” y Moreno Bonilla recomendó que “si un organismo público alerta de peligro extremo deber estar muy seguro, porque eso tiene consecuencias sociales y económicas”.

Con cuatro muertos y tres desaparecidos por el paso de la DANA por el centro de la Península, sorprende el toque de atención dirigido a la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) por el alcalde de Madrid, José Luis MartínezAlmeida, y por el presidente de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla, al considerar excesiva la alerta roja por lluvias extremas. Almeida le pidió a Aemet que “afine en sus pronósticos” para no dañar “la credibilidad de las instituciones” y Moreno Bonilla recomendó que “si un organismo público alerta de peligro extremo deber estar muy seguro, porque eso tiene consecuencias sociales y económicas”. Hasta que Isabel Díaz Ayuso cortocircuitó la voladura verbal contra la Aemet: “Elevar la alerta ha evitado una situación peor”.

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