Opinión

En las patatas

En la comarca ourensana de A Limia ha comenzado la siembra de las patatas. Y este sabroso tubérculo viene a cuento en esta columna porque también arranca la campaña electoral de las municipales y europeas en las que un puñado de candidatos que llevan tiempo en las patatas intentarán en tres semanas seducir al electorado para conseguir su confianza. 

Pablo Casado emprende viaje a Galicia este fin de semana. Si lo hace por carretera y entra por el sur, podrá ver los surcos en la laguna de Antela y el trabajo de una gente tranquila que detuvo el empuje de Vox sin griterío ni bravatas. El flequillo del líder del PP está en peligro por haber asomado más de lo recomendable la cabeza por la ventanilla derecha y ahora busca la foto con Feijóo en su repentino viraje al centro.  

Casado será recibido en el acto con el que los populares gallegos lanzan desde Castrofeito la carrera de las municipales con la resignación del que tiene que aguantar la visita de un pariente lejano. En unos meses ha pasado de ser el respaldado por  la dirección gallega para suceder a Rajoy, con la salvedad del PP ourensano que apostó por Soraya Sáenz de Santamaría, a resultar una presencia incómoda. La candidata en A Coruña, Beatriz Mato, manifiesta sin disimulo que no necesita siglas ni refuerzos. Y lo mismo proclama Agustín Hernández, cabeza de lista en Santiago. 

Estas dos plazas fueron el símbolo más potente del cambio en Galicia. Xulio Ferreiro y Martiño Noriega presentan  una hoja de servicios plana, sin grandes logros pero también sin desastres notables. De olfato político, en cambio, ni patata. Han propiciado o permitido que la ilusión que despertó En Marea acabase en decepción. Pero, como Mato y Hernández, estarían en las patatas. 

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