Opinión

Escondite en el cementerio

No celebrábamos ni el Samaín ni el Halloween, pero el cementerio se convertía los dos primeros días de noviembre en nuestro patio de juegos. La caída de la tarde se recibía como las notas de ensayo de una orquesta que avisan del inicio de la verbena. Con noche cerrada comenzaba el escondite entre tumbas que se alargaba hasta que el último mayor abandonaba el camposanto. Las velas y las lámparas de aceite propiciaban una estampa inquietante por el balanceo de la llama al compás del viento. La aventura de no ser encontrado en el lugar en el que nadie, o casi nadie, quiere perderse se disfrutaba hasta que el rumor de conversaciones intrascendentes dejaba de llegar al escondite.

Los más atrevidos de la pandilla proponían seguir con el juego hasta pasada la medianoche, aunque tenían tanto miedo como los que salían pitando detrás de los pasos de los últimos adultos que abandonaban el cementerio. Se trataba de dos tardes fantásticas sin necesidad de disfrazarse como en Entroido, pero los preparativos comenzaban la semana anterior con la limpieza de tumbas, nichos y la elaboración de las coronas. El revuelo también anunciaba la visita de familiares, con lo que se aligeraba el control ejercido sobre unos cativos que desaparecían durante horas sin que nadie se preocupase por la ausencia.

La primera vez que supimos en qué consistía la incineración fue por la muerte en Suiza del padre de un amigo. Recibió tantos pésames por no tener los restos en el cementerio como por la pérdida. La tumba o el nicho de los abuelos se percibía como el sitio en el que nada te podía pasar cuando la pandilla permanecía a refugio durante horas y los vivos empezaban a retirarse del camposanto. El Halloween anglosajón o el Samaín que representa el Año Nuevo Celta se han hecho un hueco en la estantería de difuntos, pero aún queda gente que sigue acudiendo a los cementerios a limpiar la morada de sus antepasados. Ayer a un colega de retranca afilada le sorprendió ver como una empresa de limpieza se ocupaba de adecentar unos nichos en un cementerio ourensano: “Ya hemos externalizado la limpieza de las tumbas y lo siguiente será que vayan por nosotros a recordarlos”. Un disfraz terrorífico nunca podrá competir con el escondite en un cementerio.

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