Opinión

El estigma del parado

Una costra de cautela de muchos años continúa adherida cuando a personas de cualquier ocupación se les pide una opinión sobre la situación política para ser publicada. Una cosa es despotricar en el abrevadero y otra muy distinta significarse, que por estos pagos nos conocemos todos y uno no sabe a qué puerta tendrá que acabar llamando en el futuro. 

Durante la campaña electoral de las elecciones generales del pasado mes de junio, este chófer de anécdotas las pasó canutas para encontrar a autónomos, empleados por cuenta ajena, jubilados, votantes primerizos o incluso taxistas que aceptasen debatir sobre sus problemas de cada día. Gracias a la generosidad de compañeros como Alejandro Tesouro, los reportajes se hicieron pero con más dificultades de las previstas y con la promesa de que no se meterían en charcos. 

Lo más chocante es que resultó imposible conseguir a parados que pusiesen cara y alma a las distantes cifras estadísticas. Incluso llegó a dar la impresión de que no existían desempleados porque gente de hostelería como Adrián, un tipo que conoce a medio Ourense y el otro medio lo reconoce a él, después de dos días de investigación llamó para comentar que al fin había encontrado a un amigo sin curro que aceptaba contar su historia pero si no salía en la fotografía y lo citaba con las iniciales.  

Las mismas condiciones puso un brillante ingeniero informático que acababa de quedarse en la estacada. No cambió de opinión ni con la advertencia de que con la publicación de su caso muchas empresas podrían conocer su talento y disponibilidad laboral. Y no lo hizo porque no se lo había comentado ni a familiares ni a amigos y no le apetecía ser la diana de los comentarios del barrio. Varios parados se agarraron al mismo argumento para desterrar la intención de incluirlos en la serie de reportajes sobre las elecciones. 

Existen parados y por eso cuando las cifras del Ministerio de Empleo y Seguridad Social dicen que desde el pasado mes de julio  tenemos 11.863 desempleados menos en Galicia, en un principio uno no piensa en cargar la tecla por la estacionalidad, sino en la felicidad aunque sea temporal, de unas personas que se sentían estigmatizadas por no tener trabajo.

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