Opinión

Galicia necesita oposición

A veces se gana por ser menos malo que el rival, que no es lo mismo que ser el mejor, aunque los corifeos siempre se encargan de que hasta el tipo más sensato quede atrapado en la autocomplacencia. Por eso la gente que pisa la cima acostumbra a llamar a la familia para que le cuente las verdades que ni los amigos se atreven a decirle por miedo a quedarse sin el cargo o el negocio. Contrariar al poderoso no suele ser buena estrategia por mucho compadreo que haya o vinos pimplados. 


Galicia quiso que Alberto Núñez Feijóo sea tres veces absoluto y cuando el presidente de la Xunta anunció el domingo en un comunicado que repetía la misma composición de su Gobierno hubo quien se sintió decepcionado. Como para no caer en el continuismo si son los mismos conselleiros que lo llevaron a los 41 diputados. Pero el presidente anda tan sobrado que incluso le pudo haber ofrecido la Consellería de Economía a Xoaquín Fernández Leiceaga, Xustiza a Luís Villares y Educación e Lingua a Ana Pontón para acabar de rematar a una oposición más preocupada en estos momentos en el tamaño de los despachos en el Parlamento. Aunque rechazasen el ofrecimiento, tendría así más sentido la prédica sobre dejar las "siglas en las urnas para traballar por Galicia" con la que Feijóo propinó a sus conselleiros en las tomas de posesión. 


Una Galicia bajo las mismas siglas sería lo mismo que una Galicia sin ideología diversa y enriquecedora. Si sólo se piensa de una manera, se corre el riesgo de no evaluar las posibilidades que presenta el camino. Hoy conduce Feijóo. Solo.

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