Opinión

Con el GPS, hacia el abismo mental

La tecnología ayuda, pero también puede convertirnos en completos lerdos para andar por el mundo sin el comodín de las indicaciones enlatadas. Un conductor se precipitó ayer por un terraplén en el municipio pontevedrés de Bueu al obedecer el rumbo que le marcaba el GPS en vez de atender a lo que mostraban sus ojos o de confiar en el instinto. 

Tras salir ileso del accidente explicó a la central de emergencias que las indicaciones del navegador lo mandaron hasta una pista de tierra en el lugar de A Costiña no apta para la circulación de turismos. “Ya notaba algo raro”, pudo haber pensado al contemplar el piñazo con perspectiva desde el punto por el que se despeñó.

Con la irrupción de los primeros navegadores para facilitar la conducción por destinos poco trillados, un colega apasionado de la tecnología prefirió seguir las sugerencias del aparato en vez de prestar atención a lo indicaban las señales de tráfico o a lo que le decía el chófer de anécdotas para acceder al centro de Vigo. No reconoció la cabezonería hasta llegar a Baiona, pero después intentó que el navegador recalculase una ruta por la que él había transitado un montón de veces sin necesidad de mapa.

Hace mucho que la calculadora desplazó a las neuronas para hacer una suma básica y el órgano que no se ejercita se vuelve perezoso. 

Hemos pasado de criticar la cuenta por los dedos a sacarla con un dedo. En los conciertos se percibe sin filtros el impulso de la actual sociedad por grabarlo todo en vez de disfrutar del momento o de esa canción evocadora cuando los recuerdos sentidos suelen perdurar más que los registrados a través de una pantalla. 

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