Opinión

Un gran día para la vida

La historia se escribe a diario aunque no se haga nada o lo hecho no pase de una nota al pie en el libro de la humanidad. "Estamos haciendo historia", repetía el president Carles Puigdemont cuando autoproclamó independiente a la estimada Cataluña por un instante. Y era cierto, pero esa historia, al menos de momento, acabó con él en el exilio y gente pacífica y católica practicante como Oriol Junqueras en el trullo por sacar las urnas para que el pueblo expresase su parecer. 

Es sólo un ejemplo de sucesos históricos como la devolución al pueblo coruñés –por extensión a Galicia– de las Torres de Emilia Pardo Bazán en Meirás que siguió "okupando" la familia de Franco cuatro décadas después de morir el dictador. Cuando los historiadores repasen el cuento de estos últimos años con el desapasionamiento que impone la distancia temporal también tendremos suerte si hemos palmado para no avergonzarnos por muchas cosas que no se hacen o se retrasan al amparo de dogmas irracionales y por lo que algunos representantes electos predican desde la tribuna del Congreso con razones supercheras. 

El 17 de diciembre de 2020 quedará en el registro de la especie humana como un gran día para la vida. La aprobación en el Congreso de la primera ley de eutanasia y suicidio asistido de España –198 votos a favor, 138 en contra (PP y Vox) y dos abstenciones– acaba con el castigo de continuar muerto en vida para las personas que por su propia voluntad decidan que ha llegado la hora cuando no son capaces de reconocer a un familiar o no puedan soportar el sufrimiento de una enfermedad incurable. La ley es garantista. Argumentar que se está instaurando la industria de la muerte o que el Gobierno quiere ahorrarse la partida de la dependencia retrata al que lo defiende. 

En 2005 este chófer de anécdotas escribió 'Querido Ramón' en el que contaba en primera persona los motivos que empujaron a Ramona Maneiro a ayudar a morir al tetrapléjico Ramón Sampedro. Puede resultar incompresible al tratarse de la persona que amas. "Yo tenía que renunciar a la presencia física de Ramón para dejarlo ir con la otra, y la otra era la muerte. Me lo suplicó y no sentí celos". Ayer Ramón le volvió a guiñar un ojo desde esa estrella que parpadea, pero con más intensidad. 

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